ComentarioSociedad

Decir y hacer

La coherencia entre el decir y el hacer, es quizás la virtud más exigente, y por lo mismo una de las más difíciles de hallar.

La coherencia entre el decir y el hacer, es quizás la virtud más exigente, y por lo mismo una de las más difíciles de hallar. En tal sentido, el principio de predicar con el ejemplo se ha convertido en la piedra angular de cualquier actividad humana.

La dicotomía entre lo que digo y lo que hago destruye la base de la confianza entre las personas. En realidad, nada es más difícil que encarnar, hacer vital, los principios que se predican.

No está en discusión que uno pueda mudar de parecer sobre determinadas realidades, porque eso responde al crecimiento espiritual. La biología respalda el cambio: no se piensa igual en la adolescencia que en la madurez.

Lo que hace poco creíbles a los humanos es la división, la falsedad, la ruptura entre lo que piensan y dicen por un lado, y lo que hacen por otro, lo que revela flagrante inautenticidad.

Una persona es coherente cuando refleja unidad entre su pensamiento y discurso y su forma de obrar.

“Tus acciones hablan tan fuerte que no escucho tus palabras”, decía el escritor estadounidense Ralph Waldo Emerson (siglo XIX), al exaltar el poder persuasivo del ejemplo, su capacidad invencible para influir sobre los demás.

Ningún pedagogo pondría en discusión que la clave de la educación reside en la ejemplaridad del docente. Los adolescentes son particularmente sensibles al valor de la autenticidad, y de hecho dejan de creer en el maestro el día en que éste desmiente con su conducta lo que imparte con el discurso.

La palabra se volatiliza, se revela como falsa, si no está respaldada con el obrar. Si no hay conexión, relación o unión entre el mundo discursivo y la vida, naufraga la pedagogía.

Por todo lo anterior, hagamos coincidir lo que decimos con lo que hacemos. Seamos fieles a nuestros discursos, no hay dudas de que ante cualquier mirada, lejos de criticados, seremos objeto de elogios.

No permitamos tampoco, que quede en letra muerta lo que escribimos, démosle vida con acciones concretas.
Marelis Corvea Barreto

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