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Baraguá iluminó a Cuba

Maceo dejó realmente a nuestro pueblo una herencia gigantesca e infinita

«Tres veces en mi angustiada vida de revolucionario cubano he sufrido las más fuertes y tempestuosas emociones de dolor y tristeza… ¡Ah! ¡Qué tres cosas! Mi padre, el Pacto del Zanjón, y mi madre…». Así, comparable solo con la pérdida de los seres más queridos, revelaba el Mayor General Antonio Maceo Grajales a José Martí, la amargura causada por la traición del Zanjón.

A las 21 heridas recibidas durante la contienda de los Diez Años, el bravo guerrero de 32 años de edad cargaba ahora esta que, sin ser causada por arma alguna, desgarraba: la vergonzosa rendición firmada el 10 de febrero de 1878, en ese sitio del Camagüey, por políticos y militares cubanos desarmados por el divisionismo, el regionalismo, el caudillismo y la indisciplina.

La espada caía sin conquistarse la independencia de Cuba y la abolición de la esclavitud. Repararlo resultaba cuestión de honor, y bastó poco más de un mes para que aquel 15 de marzo, de hace ahora 145 años, bajo un arbolado de mangos de la sabana de Baraguá, justo en el centro del insurrecto Oriente, una estela de valor, patriotismo y dignidad iluminara a Cuba ante el mundo.

Con esa fuerza tanto en la mente como en el brazo que le reconociera Martí, el rotundo: «No, no nos entendemos», con que el Titán de Bronce echó por tierra y de cuajo el ensayado parlamento pacificador del general español, Arsenio Martínez Campo, se fijaba la determinación de proseguir la lucha libertaria.

Venido de león y de leona, la firmeza de Maceo salvó a Cuba para todos los tiempos. Al convocarlo para la Guerra Necesaria, Martí le afirmó que tenía ante sus ojos aquella Protesta, que era «de lo más glorioso de nuestra historia».

Dígase, con el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, que Maceo dejó realmente a nuestro pueblo una herencia gigantesca e infinita con esa actitud, que «con la Protesta de Baraguá llegó a su punto más alto, llegó a su clímax, llegó a su cumbre, el espíritu patriótico y revolucionario de nuestro pueblo», y que las banderas de la Patria y de la Revolución fueron colocadas en su sitial más alto.

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