La lactancia materna constituye uno de los tantos retos que implica la maternidad. Si eres mamá por primera vez puede ser atemorizante, incluso desde el mismo embarazo
La noticia de mi embarazo fue la mayor sorpresa que he recibido hasta el día de hoy. Después de escuchar a especialistas sobre las pocas probabilidades de que sucediera, ver un test positivo fue indescriptible. Desde ese momento inicié una ávida búsqueda y consumo de información sobre temas relacionados con la gestación. Leí mucho sobre hábitos de higiene, alimentación adecuada, ejercicios, el parto, entre mil temas más. Como madre primeriza quería que todo saliera perfecto no solo en mi embarzo, sino después de nacida mi bebé.
Sin embargo, solo dos constituyeron una verdadera preocupación: el factor sanguíneo y la lactancia materna. El primero porque soy Rh- y desde la primera consulta de genética, supe de su influencia en el desarrollo de mi hija antes de nacer. No obstante, la certeza de ser mi primer embarazo, elemento que reduce prácticamente a cero los riesgos, y los resultados negativos mensuales de la Prueba de Coombs calmaron mucho mis temores.
No fue así en el caso de la lactancia. Investigué mucho sobre sus beneficios para la salud del bebé y sobre el fomento del apego seguro que este proceso facilita entre madre e hijo. Estaba decidida a realizarla como era recomendada pero las dudas no me daban respiro. Traté de apoyarme en mi familia preguntando su experiencia. No fue mucho lo que descubrí: ninguna mujer de mi familia cercana pudo realizarla, a ninguna les bajó la leche.
Cuando Zoe nació, inicié el proceso con naturalidad pero mis temores siguieron. El primer mes fue algo irregular. Estábamos acoplándonos las dos a una nueva realidad llena de nuevos horarios, desvelos, olores y sonidos. En esta dinámica la lactancia jugó un rol fundamental: el dolor del agarre de los primeros días y los largos períodos de lactancia a libre demanda consumían todo nuestro tiempo. Constaté los beneficios de la lactancia materna exclusiva hasta los seis meses en la salud de mi hija y decidí extenderla.
A diesisiete meses de inciado el proceso continuamos felices las dos. Sin embargo, varias lecciones he aprendido sobre la lactancia. La primera: Si bien es algo que se aprende sobre la marcha, evitaría muchos tropiezos y, sobre todo malas noches por cólicos, si durante el embarazo no solo nos infomaran sobre los beneficios sino de cómo realizarla técnicamante de forma correcta. La segunda: Es necesario desmitificar y dejar de descalificar la lactancia materna extendida. La tercera: Mamá que me lees, si por algún motivo no puedes alimentar a tu bebé de esta manera, no te tortures, igual lo vas hacer bien.
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