El guantanamero Arlen López experimentó el inmenso placer de escalar a lo más alto del podio en esta singular edición de los Juegos Olímpicos, y el de escuchar orgulloso el Himno Nacional.
Ese oro olímpico, el segundo de su carrera y el quinto que conquista la comitiva antillana en Tokio, es otra prueba de la autoridad del pugilismo cubano, y refuerza la tesis de que el boxeo es el buque insignia del deporte en nuestro país.
Arlen es uno de los boxeadores mejor equipado técnicamente, pegador con ambas manos y efectivo en las tres distancias. Su victoria en la final fue, para la Patria, otro de los momentos más llamativos en esta cita, y compensó un tanto a aquellos que, aun extenuados por el insomnio, siguieron atentos la transmisión televisiva.
El desempeño del pugilista cubano fue reconocido por el Primer Secretario del Comité Central del Partido y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, desde su cuenta en Twitter, quien felicitó al campeón y aseguró que en el boxeo vamos por más.
A medida que transcurren las horas, es cada vez más evidente que el deporte cubano en Tokio cumplirá con su intención de situarse entre los primeros 20 países en el medallero. En los puños de Andy Cruz y el capitán de esa escuadra, Julio César La Cruz, debe ir el empujón decisivo.
Un buen remate en los Juegos Olímpicos de Tokio-2020 sería el regalo adelantado a quien tanto hizo por desarrollar el deporte en Cuba, donde la práctica masiva se convirtió en un derecho del pueblo y, en justo premio, han salido muchos y grandes campeones.
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