Aprendamos de esta historia que, puede sucederle a cualquier persona, y aferremos nuestra postura una vez más a la lucha contra el tabaquismo.
Sentado en un sofá, cabizbajo y huraño, mantenía el rostro taciturno en amplia congoja. El humo perfilaba en el aire y cada bocanada hacía giros en derredor. Como perdido y abrumado recordaba cuando quedó solo y su pensamiento resumía de una manera insegura pasajes vividos. Tenía una familia hermosa, una esposa agradable y un hijo educado.
¡No podía pedir más! Pero como muchos que, no valoran y cuidan lo que tienen, las inseguridades comenzaron a calar. Encontró espacios para compartir sobremanera con otros del barrio, decían ser amigos y cada vez las tertulias se extendían en tiempo y espacio. Así, llegaba tarde a casa, lo que convirtió su comportamiento en rutina y se fue perdiendo poco a poco.
Comenzó por el cigarro que unía a la bebida y no satisfizo su expectativa, encontrando algo más, las pastillas fueron necesarias para olvidar la realidad.
Hoy, solo e infeliz, no recuerda mucho de antaño. Los falsos amigos nunca más aparecieron, la familia le cerró sus puertas y en un sofá raído, purga sus penas quien abstraído en la contemplación de los árboles no vio el bosque.
Aprendamos de esta historia que, puede sucederle a cualquier persona, y aferremos nuestra postura una vez más a la lucha contra el tabaquismo.
Luchar por una vida mas sana, de eso se trata
Tabaquismo causa más de 13 mil muertes anuales en Cuba
Raisa Díaz Miranda