ComentarioEducación

Lenguaje y pensamiento sin obscenidades

Tenemos el deber de aconsejar, enseñar a las nuevas generaciones y mostrarles el camino que las conduzcan hacia un buen uso de nuestra Lengua.

Más allá de criterios discordantes…lo cierto es que está científicamente probado, que lenguaje y pensamiento, van particularmente unidos y que ambos son formadores del carácter. Estos se van consolidando, sobre todo, en los que están creciendo.

Es precisamente a ellas, a las nuevas generaciones, a quienes tenemos el deber de aconsejar, enseñar, y mostrar el camino que las conduzcan hacia un buen uso de nuestra Lengua. Y hay que hacerlo en el aula, en el hogar y en cualquier lugar, díganse en este caso los más diversos escenarios de la comunidad.

Es por eso que evitar las obscenidades y prescindir de ellas de forma definitiva, es y será siempre un deber de todos. Desafortunadamente estas se han incorporado a la cotidianidad de los jóvenes, y sin duda alguna, este es un mal al que debemos poner fin.

Es un hecho que, el fenómeno burla espacios, sexos y grupos generacionales. Lo mismo se presenta en plena calle, en la panadería o en el mercado que, en un centro estudiantil, o de trabajo. De igual manera están en boca de un niño pequeño, que de un adulto mayor, una mujer,  o un hombre. 

Si bien algunos sandinenses dicen, que las denominadas “malas palabras” forman parte del idioma, y que se emplean para expresar sensaciones y emociones, lo cierto es que no coincido con ellos. La inmensa mayoría de las veces, se abusa de estas.

Hoy las obscenidades van ganando la cotidianidad del cubano y del sandinense. Y ante este mal en ascenso podríamos preguntarnos…¿por qué pasa esto?. ¡Sencillo! Con los niños, por ejemplo, sucede, que es lo que ellos escuchan desde chicos, de los tíos, los vecinos, y también de los padres.

Desde que los infantes nacen, sobre todo los varones, las personas que los rodean, les enseñan estas palabras que en verdad resultan demasiado grandes en las bocas de los pequeños. Y contradictoriamente, sucede…¡qué hasta son motivo de risas y de “orgullo” por parte de algunos progenitores!, que absurdamente dicen “mi hijo es una fiera”.

Eso, va ligado, de manera directamente proporcional, al hecho de decir “malas palabras”. Algo que “a ojos de muchos”, los hace parecer “duros”, tal como estipulan “ciertos códigos que marca la masculinidad” en este lado del mundo, una realidad que debe cambiar de manera definitiva.

Sucede que ese pequeño de hoy, será el adulto vulgar o grosero del mañana. Hagamos más por esta sociedad, la que aspira a ser mejor, algo que también exige, de formar a hombres y mujeres de bien, y que respeten las normas elementales de nuestra Lengua Materna. 

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