El oído perfecto, la precisión de usar el botón adecuado en el segundo adecuado, la osadía de enriquecer con sus aportes el guion del otro. No son todas las necesarias, pero sí tres cualidades esenciales de ese profesional de la radio que llamamos realizador de sonidos.
Hablar de ellos nos obliga a pensar en una larga historia de inventos y adelantos científicos, surgidos al calor de un afán incansable del hombre por capturar el sonido.
Todo comenzó con la creación del telégrafo. Luego, llegaron el teléfono, el fonógrafo y finalmente, la certeza de que conectando una antena a un transmisor se generaban ondas electromagnéticas capaces de viajar grandes distancias. A la sazón, nació la radio y con ella, el artista que opera sus elementos básicos: la voz, la música y los efectos.
Al decir de José Ignacio López Vigil, autor de Manual urgente para radialistas apasionados, el oído es el verdadero artista. “El sonido no está en las cosas: ¡es el oído el que las hace sonar!”, asevera en el texto.
Entonces, más interesante nos parece aún el poder que administra el sonidista cuando se sienta frente a la consola; esa magia de suscitar la creación en el oído-artista del receptor, esa destreza para provocar sensaciones cuando maneja convenientemente el arsenal de sonidos inherente a la radio.
En Cuba, el 4 de diciembre es la fecha señalada para agasajar a estos profesionales, que andan en nuestras emisoras creando desde el silencio de su puesto de trabajo, donde paradójicamente se hacen escuchar todas las voces. Felicitémosles y tengámosles presente todo el año. Ellos lo merecen.
