A finales del siglo XVII a orillas del río Guamá, junto a bosques de pinares, surgió un poblado que tras un largo proceso de conformación histórica se convirtió en villa en 1859 y fue reconocido como ciudad en 1867: Pinar del Río.
Este 10 de septiembre se cumplen 154 años de que por Real Orden de la reina de España Isabel II, se le otorgara tan merecido título a una región de fama universal por su tabaco, tradiciones combativas, laboriosidad, hospitalidad, valores culturales y peculiar arquitectura.
Así se convirtió la demarcación, en el centro de una región, donde se fusionó lo mejor de la cultura popular y tradicional de generaciones multiétnicas, hasta conformar la identidad pinareña.
¿Y qué identifica a los pinareños? Pues su capacidad para enfrentar las dificultades, su nobleza, empeño, generosidad y consagración. Y es que, los vueltabajeros somos gente buena, humilde y trabajadora, que en este nuevo aniversario celebramos con orgullo el ser hijos de esta tierra.
Pero Pinar del Río, es, además, una ciudad joven, que se caracteriza por una arquitectura de gran influencia rural, con la tipicidad del espacio portal abierto de columnas con edificios muy hermosos como es el caso del Palacio de Guash, en tanto se distingue también por su cultura ecléctica, tal y como asegurara hace algunos años el historiador Juan Carlos Rodríguez.
Asimismo, la ciudad tiene exponentes de la cultura inmaterial como son sus museos, los cuales constituyen parte indispensable de la memoria histórico colectiva, de la cual se nutren las nuevas generaciones y la que es preciso preservar, porque cuidar del patrimonio de la ciudad es mantener nuestra identidad.
Hoy, la localidad exhibe un rostro contemporáneo, aunque perduran los aires coloniales, cubiertas rojizas y muchos de los espacios concebidos antaño para distintos fines sociales.
Este año, la COVID-19 no permite que participaremos en el tradicional desfile desde las inmediaciones del parque José Martí hasta el de la Independencia, o que disfrutemos de espectáculos culturales, ni conciertos u otras tantas propuestas que cada septiembre llenan de alegría nuestra urbe.
Sin embargo, la fecha no puede pasar por alto. Por ello, las redes sociales, las plataformas digitales, servirán de escenario para que todos demostremos nuestro amor a un terruño que avanza con el paso de los años, mientras resaltan la inquebrantable calidez y el sentido de pertenencia de sus pobladores.
De igual forma, cada habitante de la ciudad está convocado a tributar lo mejor de sí para detener la propagación de la pandemia, porque si algo saben bien los pinareños, es crecerse ante la adversidad.