Autora: Yamilé Luguera /Fotos: Raudel del Llano
Para entender ese proceso, no hay modo mejor que escucharlo de la boca de los propios carboneros, que pasan días enteros con sus noches velando porque todo salga bien y porque algún ligero descuido no les arruine la laboriosa empresa.
Para construir los hornos, ellos utilizan la leña de árboles como el mije, guairaje, yarúa, guao, almendro y coronel, entre otros. Trataré de contarlo como ellos me lo contaron:
Lo primero es abrir un “plan” (círculo en la tierra) del tamaño que se supone tendrá el horno. Luego se tira (se traslada) la madera que se va a convertir en carbón y se dispone alrededor.
Hecho esto, se le busca el centro al “plan” y se coloca en él un palo grueso, de más o menos dos metros de alto. A la redonda de e loste, se le coloca la madre o mesa para el apoyo de la siguiente mesa. Luego de emparejar las dos, se va colocando la madera de abajo hacia arriba, hasta terminar con la leña gruesa.
Le sigue un enrase con leña mediana y fina, proceso que finaliza con un “matapuntas” o corona en la que termina el horno, elaborada con cuñas y trozos cortos de madera, una vez hecho, se dice que ya está parado el horno.
El siguiente paso es enyerbar (cubrir con hierba) toda esa mole de madera. Para esto se utiliza el Caguaso o paja de arroz o alguna otra gramínea. En otras zonas se les tapa también con Guano de palma, como el que se usa para techar, como se hace en el Cabo de San Antonio.
Luego se aterra, es decir, se cubre con la misma tierra que se extrae del círculo inicial, donde se ubicó el horno y hecho esto, se le da candela por el matapuntas, donde se ha dejado un orificio sin cubrir de hierba y de tierra, que es donde se colocan unas brazas para iniciar el proceso de quemado de la leña.
Normalmente se les da candela en las madrugadas y ya encendido el horno, sobre las 5: 00 am se tapa con hierba y muy rápido con tierra.
Hecho esto se “arrea” (que es abrirle orificios para que humee o respire) ligeramente por debajo de donde la leña está quemando y luego, según va humeando de una forma o de otra, se sabe cómo avanza la quema.
Tras esto viene tal vez lo más complicado: coger las ´”bocas”, que son grandes orificios que se hacen en la cubierta de paja y tierra, por los que el horno, literalmente “vomita candela”.Para coger a tiempo esas “bocas”, sin que se “vuele” el horno, hay que tener previamente preparados montones de cuñas, que son trozos de leña cortos, con los que se rellenan esos huecos, de paja o guano y mucha tierra suelta, listos para cubrirlos.
Por eso, después que empieza a quemarse, el horno necesita un velador siempre despierto, día y noche, a su alrededor o lo puedes perder todo. El horno va disminuyendo su tamaño a medida que la quema avanza, y se le abren respiraderos según lo necesite, más abajo cada vez, hasta que llegan a la pata, que son los últimos que se hacen a nivel de suelo.
Los hornos se demoran en quemar en dependencia de la leña utilizada y de su tamaño. Juan Pablo Mesa, quien nos lo ha contado, es ya un carbonero especializado y conocedor de este oficio, pese a su corta edad, y los hace para que quemen entre 8 a 9 días para, según él, obtener un carbón de mayor calidad.
En este caso, ya para el noveno día se comienza a refrescar el horno, se limpia todo el borde inferior del mismo, se le retira toda la hierba sin quemar y quemada y después se aterra con tierra fresca, para que no le entre aire y se apague.
Una vez apagado y fresco el horno se comienza a sacar el carbón, que cuando enfríe totalmente se envasa y apila en sacos.