Por Luis Calderón Canals
El próximo cuatro de septiembre se inicia el nuevo curso escolar, hecho que constituye un acontecimiento porque en el mismo está involucrada la casi totalidad de la población, unos en calidad de estudiantes, los otros como educadoras, maestros y profesores en los centros de los distintos niveles educacionales; y por supuesto que también están los padres y los miembros de los diferentes organismos y organizaciones que se relacionan de manera directa o indirecta con su desarrollo.
Esta realidad es el resultado de la obra educativa de la Revolución, que por una parte permitió elevar de manera sustancial el nivel educacional de todos los segmentos de la población a partir de la campaña de alfabetización al tiempo que garantizó la prestación de este servicio en todos los rincones del país sin distingo de razas, nivel económico o sexo.
El curso que se inicia es un verdadero reto, no solo para los educadores y los alumnos sino para la sociedad en su conjunto, pues existe el propósito declarado de hacerlo superior a los anteriores en el orden de la calidad y mucho habrá que hacer para lograrlo en las actuales circunstancias para materializar lo previsto en el Tercer Perfeccionamiento del Sistema Nacional de Educación.
Muchas son las preguntas que pudiésemos formularnos en ese sentido: ¿Cómo apoyar en materia de estudio diario? ¿Qué hacer para que los niños y adolescentes sientan amor por la escuela y respeto hacia sus maestros y profesores? ¿De qué manera actuar para contribuir a que las escuelas sean centros no solo instructivos sino también educativos?
En materia de educación como de pelota, todos los cubanos somos un poco expertos y nos atrevemos a dar sugerencias y evaluar los resultados, por eso se dice que en Cuba la educación es tarea de todos.
La escuela tiene un papel de primer orden en lo relacionado con la formación de los niños, adolescentes y jóvenes, pero no hay dudas de que la familia también tiene el suyo; y de lo que se trata es de hacer coincidir las influencias que ambas generan de manera tal que se complementen y multipliquen favoreciendo que cada vez el resultado sea superior.
Por esa razón, la escuela debe contar con la familia como la familia debe acercarse a la escuela, intercambiar criterios, aclarar dudas, solicitar apoyo y algo que resulta fundamental: no quitar nunca la razón a los maestros y profesores para que de esa forma puedan disfrutar del respeto de sus alumnos.
Lo anterior no implica dejar de expresar discrepancias o plantear errores, todo lo contrario, pero eso hay que hacerlo de manera individual, frente a frente y más que para atacar para ayudar, sobre todo en el caso de los jóvenes docentes en formación que se esfuerzan a diario sin disponer de la experiencia necesaria para hacerlo mejor.
Los padres además están en la obligación de exigir a sus hijos que cumplan con todo lo que orienta y exige la escuela en lugar de buscar pretextos para librarlos de cumplir el reglamento, pero además se impone exigirles que asuman responsablemente las tareas y trabajos investigativos que se les orientan en lugar de hacérselos, lo que constituye un fraude evidente, pues, en última instancia, tales actitudes que tienen el objetivo aparente de ayudar a los hijos no hacen otra cosa que convertirlos en inadaptados a las exigencias sociales y al final ellos salen perdiendo.
El municipio Sandino tiene una rica historia en materia educacional que tiene su expresión en los resultados destacados de los últimos años, y contribuir a que los mismos se consoliden y las dificultades se resuelvan constituye un reto para todos.
Se inicia este septiembre un nuevo curso escolar, brindemos el aporte que nos corresponde para que sea exitoso.
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