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Desde el hogar, un pedacito

Abraham Hernández Piñero, es un niño de once años, que despunta por su profundo amor a la tierra y a los animales.

Abraham Hernández Piñero, es un niño de once años que cursa el sexto grado en la escuela rural Tania La Guerrillera del poblado de Finca Nueva en Sandino.

Carismático, alegre y con una facilidad de expresión que atrapa a quienes a él se acercan para dialogar, este infante despunta por su profundo amor a la tierra y a los animales.

Al llegar a su hogar, lo encontramos dedicado a sus deberes escolares junto a su mamá Alionuska Piñero. Juntos se afanan por la culminación exitosa de su nivel terminal en la enseñanza primaria y con ese objetivo, las jornadas de estudio se consolidan.

Pero, lo más llamativo para nuestro equipo, fue ver el modo en que Abraham fomenta en el patio aledaño a su casa, la siembra de cultivos como el tomate, el ajo puerro, la papa, la habichuela, entre otros, todos con una bella imagen y vigorosidad, dadas las atenciones culturales de las que son objeto por el precoz y su familia.

Habilidades en la siembra, guataquea, el escalde, el aporque y otras tareas, dan al traste con un área limpia, que no carece tampoco de tratamientos para evitar las plagas y enfermedades. En todo, está la mano del infante, que muy bien se deja guiar por su mamá y su papá, este último, conocedor del campo y sus rutinas.

Tantos empeños, no cesan ahí. El ajetreo en la tierra, el niño lo combina muy bien con el mundo animal, en el que ubica a las cabras como centro de su quehacer.

Pudimos verlo, en el manejo de esta especie, con manos duchas a la hora de ordeñar y con una constante preocupación por el estado de salud de la masa, que incluye cinco chivos pequeños y nueve grandes, varias de ellas, gestadas.

El orgullo de aportar parte de la leche que logra día a día a vecinos enfermos que la necesitan, es razón más que suficiente para que no detenga su andar y se levante cada mañana con nuevos bríos.

Salí de allí convencida de que Abraham, teje el porvenir con sus propias manos. Tiene la garantía del éxito por su constancia y amor en lo que hace y mantiene la certeza, como nos dijera, de que se convertirá con los años, en un excelente Técnico Veterinario.

Ojalá la vida le sonría siempre a mi pequeño productor.

Por Marelis Corvea

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