Esa es una pregunta recurrente en toda la población cubana, pues la situación epidemiológica y económica a nivel mundial, ha generado la carencia de productos de primera necesidad en nuestro país.
A estas dificultades, se suma el férreo bloqueo de los Estados Unidos contra Cuba, que obstaculiza cualquier gestión comercializadora por parte de la Mayor de las Antillas.
Un flujo ineficiente de dólares en la nación, motivó la apertura a gran escala de tiendas en Moneda Libremente Convertible, que permite generar divisas para invertir en el mercado internacional y lograr un mayor abastecimiento de alimentos y aseos en el país.
Y aunque ya esta alternativa lleva varios meses de implementación, aún el surtido de productos de primera necesidad es ineficiente.
Esta situación se aprecia en Consolación del Sur, municipio con más de 88 mil habitantes y un escenario epidemiológico complejo desde el inicio de la pandemia en Cuba.
Ni los múltiples malabares puestos en práctica para lograr una distribución equitativa, surte el efecto deseado; la satisfacción de la demanda de las necesidades básicas, es simplemente, mala.
Sin embargo, los consumidores pertenecientes a bodegas cuyo abastecimiento lo realiza la cadena de Tiendas Recaudadoras de Divisas, corren con mejor suerte.
Con asiduidad compran paquetes de pollos de mayor gramaje, aseo personal, aceite e incluso confituras.
No así los desdichados cuyos establecimientos son abastecidos por la Cadena CIMEX, que en su generalidad no reciben productos tan importantes como champú, jabón y papel higiénico.
Si bien es cierto que la pandemia genera a nivel global una crisis económica y Cuba no está exenta de ella, los mecanismos para el surtido equitativo de productos debe revisarse con mirada crítica.
Ya sea a través de Tiendas Recaudadoras de Divisas o de CIMEX, consolareños, pinareños, cubanos todos, tenemos el mismo derecho a cubrir las necesidades básicas de alimentación y aseo.
Las evidencias apuntan a que más allá de la escasez, la dificultad latente es la ineficiente distribución, y eso está en las manos de quienes inclinan la balanza.