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Vínculo entre escuela y familia garantiza la buena educación de niños y jóvenes

Los valores no son innatos, ni vienen como herencia de los padres, sino que se adquieren en la vida, mediante un proceso que involucra a la familia y el maestro

No pocas veces escuchamos decir que los niños al pasar de sexto grado a la enseñanza secundaria resquebrajan su comportamiento. Tal afirmación pone en evidencia en cierta medida la labor de instituciones sociales en la que transcurre gran parte de nuestras vidas, sin tener en cuenta el rol de la familia como la primera escuela del niño, en la que los padres median en su comportamiento y en sus relaciones con el entorno social.

La entrada de los hijos a la enseñanza media coincide con el inicio de la adolescencia, que representa para la familia una etapa muy especial, donde deben prepararse para enfrentar serias demandas de independencias del menor, que requieren de mucha atención y sabiduría para evitar posibles problemas.Sucede que la elección del modo de actuar de ambas partes tanto de la familia como de la escuela, no siempre es el correcto.

Durante esta etapa hay una tendencia de los padres a no acudir a las escuelas con la frecuencia que lo hacían antes, en muchos casos lo dejan todo en manos de los docentes, lo que trae consigo cambios desfavorables para el adolescente.

Es aquí donde comienza el mal comportamiento, las indisciplinas, el desinterés por el estudio y muchas veces desaparecen reglas de educación formal y se deforman valores creados desde edades tempranas.

Es importante profundizar en las escuelas de padres en cada centro estudiantil, a fin de orientarlos y prepararlos, sobre temas que constituyen premisas en el adecuado desarrollo de la personalidad del menor y en la formación de cualidades, de conductas y de hábitos.

Los adolescentes prefieren que no se interfiera en los diferentes espacios en los que se desenvuelven, exigen mucho respeto a su privacidad, no le gusta que le controlen y en esto se incluye su vida escolar.

Los valores no son innatos, ni vienen como herencia de los padres, sino que se adquieren en el transcurso de la vida, mediante un proceso que involucra a la familia y el maestro y es bien distinto cuando se trata de niños, de adolescentes o de jóvenes. En los tres casos si se siembra amor, ellos darán amor también a sus semejantes.

Ahora cuando se acerca el inivio de un nuevo período lectivo que será diferente para todos, por las afectaciones que ya ha ocasionado el nuevo coronavirus y por las limitaciones que continurán por la presencia aún de la COVID-19, las relaciones de la familia y la escuela tendrán que ser mayor pues hay que vencer un curso escolar en un tiempo menor del que tradicionalmente está planificado.

Considero que la familia y la escuela deben andar en marcha unida, pues ambas educan en todo momento con un mismo propósito, el de aportar a la sociedad ciudadanos activos, útiles, capaces de continuar la obra de sus padres y una mejor inserción en la sociedad. De hecho la tarea más difícil y delicada de toda sociedad es la formación de los ciudadanos del mañana. Ellos dirán si fuimos capaces de asumirla con responsabilidad y como ellos merecen.

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