El camino de la Revolución está lleno de hombres y mujeres de bien. Muchos con nombres ceñidos a la historia; otros, anónimos
El camino de la Revolución está lleno de hombres y mujeres de bien. Muchos con nombres ceñidos a la historia; otros, anónimos.
De cada uno, sobresalen sus individualidades. Pero eso es, probablemente, lo de menos. Porque lo de más viene del todo y no de la parte. Emana de aquello que los une y los trasciende. Nace del desprendimiento, de la defensa sin límites de una misma causa, de la voluntad de vivir y morir con el pecho limpio…
Cualquier alto en ese camino para distinguirlos es, cuando menos, merecido. Más allá de épocas o guerras; del mérito de iniciarlo todo o de continuarlo; de la capacidad de triunfar y después seguir, por trillos no menos difíciles, hasta hoy… hasta aquí.
Pero cuando ese reconocimiento se hace coincidir con un 24 de febrero, día de reinicio y continuidad desde allá por 1895; cuando se escoge al Capitolio, en cuya cripta reposan los restos de un mambí desconocido, cual tributo a aquella generación fundacional, la distinción, más que eso, se convierte en símbolo.
Raúl evocó las hazañas del Comandante Ramiro Valdés Menéndez, entre ellas haber participado, junto al Che, en la invasión a Occidente, como segundo jefe de la Columna No.8 Ciro Redondo.
Y eso fue lo que puso el General de Ejército Raúl Castro Ruz, Primer Secretario del Partido y Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, en el pecho de José Ramón Machado Ventura, Segundo Secretario del Partido, y de los Comandantes de la Revolución Ramiro Valdés Menéndez y Guillermo García Frías, al condecorarlos, este sábado, con el título honorífico de Héroes del Trabajo de la República de Cuba.
Justo reconocimiento a la obra de una vida entera dedicada a la Revolución
Se trata, al decir de Raúl, de un justo reconocimiento a la obra de una vida entera dedicada a la Revolución; a la obra de «tres mambises de estos tiempos», cuya fidelidad a Cuba y a Fidel, consagración al trabajo, modestia y sencillez, los han hecho merecedores del respeto de los cubanos.
Qué mejor fecha y lugar, dijo, podría determinarse para homenajear a quienes ya atesoran la honrosa condición de Héroes de la República de Cuba, reflejo además de su andar revolucionario.
En apretada síntesis, como solo podría hacerse cuando se tiene ante sí la entrega de tantos años, el General de Ejército repasó hechos, diríamos imprescindibles, para entender la valía de estos hombres, y el lugar que, a golpe de combate y sudor, se han ganado en la historia de un país.
Porque de hombres sencillos, capaces de lo extraordinario, han de hacerse las memorias.
Sobre el Comandante Guillermo García Frías, Raúl resaltó el mérito de haber sido el primer campesino en incorporarse al Ejército Rebelde.
Detalles que engrandecen a un humilde y modesto hombre
Habló entonces del Segunde Secretario del Partido y vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros, José Ramón Machado Ventura. Recordó al joven estudiante de Medicina que inició sus actividades contra la tiranía de Batista; al médico y guerrillero; a uno de los fundadores del Partido Comunista de Cuba, en 1975…
Evocó también lo hecho por el Comandante Ramiro Valdés Menéndez, miembro del Buró Político y vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros. Exaltó, entre todas las hazañas, la de haber participado, junto al Che, en la invasión a Occidente, como segundo jefe de la Columna No. 8 Ciro Redondo.
Sobre el Comandante Guillermo García Frías no obvió su sagacidad para llevar personalmente a Fidel y a otros combatientes hasta Cinco Palmas, ni el mérito de haber sido el primer campesino en incorporarse al Ejército Rebelde y en ser ascendido.
Las anécdotas también cuentan
Como bien dijera Raúl, son muchas las anécdotas que podrían hacerse de cada uno de ellos: la de la bala alojada en el pie de Ramiro Valdés, desde el Asalto al Cuartel Moncada hasta que un buen día en la Sierra, con su propio cuchillo, logró extraerla; o la de las peripecias de Guillermo García para andar «seguros» entre las lomas.
Y pienso también en los rostros de aquel pueblo humilde, rasgado por el olvido y las carencias, que nunca había visto a un médico, y que alguna vez se atendió en la red de hospitales y dispensarios de campaña desarrollados por Machado Ventura, para prestar servicios no solo a los combatientes.
Sobre el pecho de estos tres hombres Cuba puso una nueva distinción; el mayor reconocimiento, sin embargo, no cabe en títulos o medallas. Consiste en salvaguardar, desde el espacio de todos, y de cada uno, la obra perfectible por la que han vivido. Se trata de continuar, con la raíz clavada en las esencias.