La mujer cubana en los años 50 era, en el mejor de los casos, un objeto decorativo. La sociedad asumía una actitud y un comportamiento de prepotencia y superioridad de los hombres frente a las mujeres, recluidas fundamentalmente en el ámbito doméstico. Las que conseguían trabajo –pues no tenían derecho a aplicar a muchos oficios considerados «masculinos»–, por ley recibían un salario notablemente inferior al del hombre, aunque ocuparan un empleo similar.
El patriarcado se expresaba con igual crudeza de manera visible e invisible. A la luz del día se manifestaban los insultos, los gritos, las amenazas, las violaciones y hasta el asesinato. En la zona invisible se oprimía a la mujer con el desprecio, el chantaje emocional, el lenguaje sexista, el humor sexista, la publicidad sexista –con mujeres escasas de ropa para incitar el consumo de un producto– y un sinfín de hechos y acciones que infravaloraban a la mujer. Ellas eran mayoría en el alto por ciento de la población golpeada por el analfabetismo y su papel en la vida política de la Isla era muy limitado.
Por eso, y por la vocación de justicia, el amor hacia Cuba y la confianza en el futuro, muchas se unieron a la lucha insurreccional liderada por Fidel contra la dictadura batistiana, y defendieron desde las lomas y la clandestinidad el proyecto social que promovía el reconocimiento de la dimensión de clase, raza y género. Fueron, con el triunfo de la Revolución del 1ro. de enero de 1959, las principales beneficiadas.
En la Cuba que comenzó a reconstruirse después de 1959, «se tuvo en cuenta la necesidad de políticas específicas y de formas de organización que permitieran la reivindicación de los intereses particulares de las mujeres –como explicó la Doctora Isabel Moya, recientemente fallecida, en La Jiribilla–; el necesario protagonismo femenino en su propia liberación articulado con los cambios sociales generales; la conciencia de la necesidad de realizar profundas transformaciones en las relaciones y los roles al interior del hogar».
Esas fueron prioridades inmediatas para el Gobierno revolucionario, y quedaron claras desde 1962, cuando el Comandante en Jefe afirmó que se proponía «crear una sociedad distinta, de organizar un mundo mejor para todos los seres humanos; las mujeres tienen intereses muy grandes en ese esfuerzo, porque, entre otras cosas, la mujer es un sector que en el mundo capitalista en que vivíamos estaba discriminada. En el mundo que estamos construyendo, es necesario que desaparezca todo vestigio de discriminación de la mujer».
Un año antes, en 1961, se lanzó en Cuba una gran campaña de alfabetización que permitió a todos los sectores de la sociedad, en particular a las mujeres –y sobre todo a las mujeres negras–, beneficiarse de este progreso social que abría la vía hacia la igualdad.
A su vez, se crearon círculos infantiles destinados a permitir a las madres cubanas el acceso a la formación, al trabajo y a participar en la vida económica del país, y se elaboró un arsenal constitucional y legislativo destinado a promover los derechos de las mujeres y la igualdad para todos.
La emancipación de la mujer no habría sido posible sin el nacimiento de la Federación de Mujeres Cubanas, constituida oficialmente el 23 de agosto de 1960 bajo el liderazgo de Vilma Espín, como expresión del tratamiento particular, dentro de lo general, que se le brindó al tema de la mujer.
Sin la Federación habría sido imposible la construcción de la nueva sociedad, la elevación del nivel educacional, cultural y político de las mujeres.
Más de 50 años después, las normas jurídicas existentes continúan permitiendo el florecimiento y la realización de la mujer, y ella desempeña ahora un papel esencial en la vida política, económica, social y cultural del país, como lo avalan las cifras.
Sin embargo, todavía persisten obstáculos de orden cultural, sicológico e ideológico que prueban que no basta con leyes para superar siglos de cultura patriarcal. Pero si la sociedad reacciona contra las diversas formas visibles e invisibles de machismo y ofrece oportunidades a la mujer, es porque se acerca a ese mundo mejor para todos los seres humanos que soñaba Fidel hace más de medio siglo.