Un estudio sobre la distribución geográfica por grupos de edades y tendencias de la severidad de la COVID-19 en la Isla, durante los primeros cuatro meses de 2021, reflejó que el comportamiento de indicadores como la incidencia, la mortalidad, el porcentaje de graves del total de casos confirmados y la tasa de letalidad varía en todas las provincias del país
La batalla contra la COVID-19 se gana en la etapa preventiva y para ello necesitamos del continuo perfeccionamiento de los protocolos de actuación, de una mejor atención primaria y del aumento de la percepción de riesgo de toda la población.
Si bien el enfrentamiento a la enfermedad en nuestro país ha sido organizado y multisectorial, es necesario que los protocolos de actuación continúen perfeccionándose, como también es imperativo que reine la percepción de riesgo entre la población, sobre todo, en la llegada temprana al sistema de Salud, para actuar con prontitud ante cualquier síntoma que pudiera estar asociado a la enfermedad.
Un estudio sobre la distribución geográfica por grupos de edades y tendencias de la severidad de la COVID-19 en la Isla, durante los primeros cuatro meses de 2021, reflejó que el comportamiento de indicadores como la incidencia, la mortalidad, el porcentaje de graves del total de casos confirmados y la tasa de letalidad varía en todas las provincias del país.
La doctora Lizet Sánchez Valdés, miembro del Grupo nacional de expertos en Epidemiología y modulación matemática y coordinadora de esta clase de estudios sobre la COVID-19, conversó con Granma sobre las posibles causas de ese y otros fenómenos.
La especialista explicó que en el periodo mencionado La Habana tiene una alta incidencia de la enfermedad, un alto número de graves y una alta mortalidad.
Sin embargo, Matanzas contaba en abril con más baja incidencia y alta mortalidad o alta letalidad; mientras, Holguín tenía, en ese mismo mes, un alto porcentaje de pacientes graves y baja incidencia.
«En el primer análisis, tomando los datos hasta marzo, cuando relacionamos la mortalidad con la incidencia, se dio que existe una alta relación entre ambas, pero en la mayoría de las provincias hay una gran variabilidad, lo que probablemente esté explicado por factores demográficos, sociales, biológicos, clínico-patológicos y cuestiones operacionales del propio sistema de Salud», afirmó.
Normalmente, lo que se observa con la incidencia, según la doctora Sánchez Valdés, es el paso de la población general a infectados activos y, con la mortalidad, se ve lo que ocurre dentro del sistema y la eficacia de los protocolos de actuación para evitar el fallecimiento.
«No obstante, en los protocolos también se está observando el paso de los activos a la gravedad, y de la gravedad a los fallecidos, por lo que en el análisis se agrega el porcentaje de graves y críticos, el porcentaje de fallecidos con respecto a la cantidad de personas atendidas en las unidades de cuidados intensivos (UCI), los tiempos y la adherencia al protocolo».
El monitoreo del porcentaje de graves y críticos, especificó, da una idea de las vulnerabilidades de las personas: envejecimiento, prevalencia de comorbilidades; y de la calidad de la implementación de los protocolos. Cuando este indicador está mal, hay que actuar sobre las fases preventivas y de tratamiento temprano. Mientras, con la razón de fallecidos dentro de los casos graves y críticos se evalúan los periodos finales de la enfermedad. Si el indicador da muy alto, el trabajo deber ser volcado en las terapias, para evitar la transición de la severidad a la mortalidad.
EL TRATAMIENTO OPORTUNO
En este estudio se muestra como un indicador esencial el porcentaje de pacientes graves, que son hospitalizados con más de tres días después del inicio de los síntomas. La razón de incluirlo, aclaró la doctora Sánchez Valdés, es que la demora de los pacientes en llegar a los centros de Salud hace que no se aplique oportunamente el tratamiento que lleva.
«El protocolo clínico es muy robusto y se ha perfeccionado con el tiempo, pero si la persona llega directo a la terapia no hay espacio para que el protocolo haga efecto. El análisis demostró que muchos pacientes llegan tardíamente, pues inician los síntomas y no acuden al médico, o acuden pero los minimizan y el médico indica alguna terapia, sin relacionar los síntomas con la COVID-19», alertó.
También se analiza el porcentaje de pacientes con menos de tres días desde el ingreso hasta la terapia, lo que ocurre probablemente porque el paciente llegó tarde o porque esté influenciado por una nueva cepa del virus, lo que hace que la sintomatología evolucione más rápidamente.
Por ejemplo, en la provincia de Mayabeque hay un 80 % de pacientes que con menos de tres días está evolucionando a terapia, y en La Habana es del 63 %.
Comentó que se analiza la letalidad específica por edad, o sea, los que fallecen del total de confirmados en grupos etarios determinados. Desde diciembre y hasta marzo, los mayores de 80 años, que tienen las tasas más altas de letalidad, tendencia que lamentablemente no ha presentado cambios en el tiempo.
Sin embargo, en abril, en el grupo de 60 a 79 años se duplica la tasa, y se triplica en las personas entre 40 y 59 años de edad.
«Estos datos anunciaron la posibilidad de cambios en el patrón de las cepas, que están circulando en el país, lo que luego fue confirmado. Ese fenómeno se está viendo más en La Habana y Matanzas», fundamentó.
LAS UNIDADES DE VIGILANCIA INTENSIVA
La incorporación el pasado 15 de enero, subrayó la también máster en Epidemiología y doctora en Ciencias de la Salud, de las Unidades de Vigilancia Intensiva (UVI), o sea, salas especializadas en los hospitales para clasificar a los pacientes según su probabilidad de evolucionar desfavorablemente e implementar un monitoreo sistemático, ha sido de gran ayuda para evitar el incremento de los ingresos a terapia.
De acuerdo con la especialista, un equipo multidisciplinario evalúa a los pacientes, para compensar las comorbilidades de los enfermos y prever la ocurrencia del proceso de inflamación.
El impacto de esta estrategia, señaló, es notable al comparar que, por ejemplo, el año pasado entre un 20 % y un 80 % de los pacientes de alto riesgo pasaban a las unidades de terapia intensiva.
Sin embargo, hoy menos del 10 % de esas personas pasan a las UCI porque son atendidas en las UVI.
En general, la especialista recalcó que en la lucha contra la COVID-19 tiene una marcada importancia la atención temprana, la clasificación correcta de los pacientes y en consecuencia evitar, con la adherencia a los protocolos, que los pacientes involucionen hacia las terapias.