Mi viaje este lunes hacia Ciudad Sandino, me acercó como nunca antes a la baja percepción de riesgo de muchas personas, que como yo abordaron el ómnibus.
Sandino -Mi viaje en la mañana de este lunes hacia Ciudad Sandino, me acercó como nunca antes a la baja percepción de riesgo de muchas personas, que como yo abordaron el ómnibus.
En momentos en que la pandemia de la COVID 19, deja rastros de tristeza y desolación a nivel mundial, me resulta inadmisible ver cómo la gente no toma conciencia aún de la gravedad del asunto.
Y no se trata de pesimismo, ni de ánimo de inculcar pánico, sino de la realidad que ante nuestros ojos se levanta como un enemigo que no distingue a la hora de su acecho.
Bastó montar en la guagua para que iniciase toda una película de negligencias y actitudes no acordes con lo que hoy en materia de medidas de seguridad, debemos poner en práctica.
Vi muy de cerca, a la joven que repartió besos a tres de sus conocidos, a la señora ya entrada en edad que tras toser y ponerse la mano en la boca, incorrecto por cierto, rápido agarró el tubo que tenía al frente; observé detenidamente la conversación que en cada asiento sostenían los viajeros a mucho menos de un metro de distancia, en fin, quedé paralizada ante tanta frialdad y proceder absurdo e incoherente.
Creo que nada se gana con el ímpetu y los afanes de las autoridades gubernamentales y del personal de salud, si a ello, no sumamos el quehacer preventivo del pueblo, con el consecuente cumplimiento de las medidas orientadas. Verdaderamente, falta mucho por hacer en este aspecto y no hay dudas de que está en juego la vida de todos.
Hagamos lo que la situación que se vive hoy en el orbe, amerita, y no subestimemos la magnitud del peligro del nuevo coronavirus, pero ahora, mañana puede ser demasiado tarde.
No se equivocó Martí al afirmar que en prever está todo el arte de salvar.
Por
Marelis Corvea Barreto
