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Familia unida, más que vínculos sanguíneos

La familia constituye el núcleo fundamental de la sociedad, no solo por ser la primera escuela de valores y principios, sino también por su rol insustituible en el apoyo emocional y el desarrollo integral de sus miembros. Es en el seno familiar donde se forjan las bases de la solidaridad y la cooperación, elementos esenciales para una comunidad cohesionada y resiliente.

Por Luis Calderón Canals

La familia no es una simple suma de personas que viven bajo un mismo techo. Además de los vínculos sanguíneos, la familia debe estar unida por gustos, necesidades, intereses y aspiraciones; y sobre todo por el interés de convertirlos en realidad a partir de los esfuerzos individuales y colectivos de acuerdo con las circunstancias de cada momento y lugar. Por esa razón se impone que la familia esté compenetrada, comprometida y dispuesta a asumir los retos que les impone la vida y a hacerlo de manera que el éxito corone cualquier empeño. 

Es lamentable que en algunas familias sean los padres los únicos que trabajan o que aportan al hogar, a pesar de que los hijos tengan condiciones para hacerlo. Como lamentable es que una familia permita que uno de sus integrantes abandone los estudios por una simpleza o sencillamente porque no le gusta estudiar, sin darse cuenta que es el futuro el que está poniendo en juego.

Para todos familia debe significar apoyo, ayuda, respaldo. Sin embargo, no son todos los que piensan también aportar, dedicarse y hasta sacrificarse si fuese necesario, pues no se trata de esperar que la familia actúe y resuelva todo aquello que necesitamos y mantenernos con la boca y el bolsillo abiertos como un pichón indefenso. Quien nada aporta a la familia nada debería recibir, o por lo menos recibir en menor cantidad y de esa forma todos se verían obligados moral y materialmente a cooperar. 

Claro que lograr la unidad de la familia y la compenetración adecuada impone la necesidad de someter a criterio general lo que se pretende hacer, asignar a cada uno una parte de la obra y tanto como eso, aportar los argumentos para convencer de manera que el propósito se convierta en meta común.

Es agradable vivir en el seno de una familia unida donde cada cual sabe lo que debe hacer y lo hace con satisfacción para alcanzar todo cuanto se propone y de esa manera contribuir a la felicidad y el bienestar. Por supuesto que vivir en una familia dividida donde falta compenetración y unidad es un verdadero martirio, pues serán constantes las peleas y discusiones, cada uno de sus miembros estará interesado en algo distinto y es imposible contar con la ayuda de los demás para hacer cualquier cosa.

Es probable que usted piense como yo que eso se debe, en primerísimo lugar, a la falta de exigencia de quienes tienen en sus manos las riendas de la familia que son los encargados de decidir y exigir responsabilidades. Claro que es un disparate separar a alguien de la familia por cualquier causa. Esa no es otra cosa que una expresión de la falta de compenetración.Lo correcto es asumir su problema como algo propio y trabajar unidos para resolverlo. 

No hay que hacer fiestas o comelatas todos los días para estar compenetrados, pero no hay dudas de que una forma de compenetrarse es compartir juntos buenos momentos, y también los malos. No se puede lograr la unidad y la cooperación si cada cual anda por su rumbo y nadie se acuerda de los demás, de manera que fecha significativas como el fin de año, el día de la madres, de los padres o el 26 de Julio pueden convertirse en momentos ideales para reforzar la unidad de la familia y no deben desperdiciarse.

Todos necesitamos una familia unida y compenetrada y hacer lo necesario para lograrlo debe ser objetivo permanente, pues de eso depende en buena medida la felicidad a la que aspiramos. Pero recuerde que no es tarea suya sino de todos, y para eso hay que buscar y encontrar los resortes que mueven el interés colectivo y en el centro de ellos están la comprensión, el respeto y el amor.

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