Otra vez las aulas están llenas de niños y jóvenes que viven la fiesta de la enseñanza. Es una espiral que se repite una y otra vez a pesar de los problemas y que garantiza el futuro de la nación.
Otra vez las aulas están llenas de niños y jóvenes que viven la fiesta de la enseñanza. Es una espiral que se repite una y otra vez a pesar de los problemas y que garantiza el futuro de la nación.
Giró la rueda este curso cuando el país está inmerso en el debate de la nueva Constitución, esa que marcará los años venideros, en los que se necesita tener verdaderos ciudadanos, conscientes de sus derechos, pero también de sus deberes.
Ese es el meollo de una propuesta repetida en varias asambleas, donde se ha hablado de la necesidad de que el estudio de la Carta Magna se incorpore al programa nacional de enseñanza, incluso desde la primaria.
La idea es que la asignatura de Educación Cívica, que se imparte en quinto y sexto grados, incluya al menos una aproximación somera a nuestra Ley de leyes, porque como descubrió Martí hace muchos años, los niños saben más de lo que parece.
Aprender con Martí
Ahora que hablamos del Apóstol, cuya presencia fue más tangible en la inauguración del curso escolar, vale la pena recordar una propuesta de Tin Cremata, el laborioso director de La Colmenita.
Desde la máxima de que tener talento es tener buen corazón, Cremata ha impulsado entre sus niños-actores el estudio en profundidad de los Versos Sencillos del Maestro.
No es el aprendizaje mecánico y repetitivo de los 46 poemas que conforman el libro publicado en Nueva York, en 1891.
Es la apropiación sabia de valores e incluso del entendimiento de palabras que a primera vista pueden parecer complicadas para los infantes.
Esa experiencia, que Cremata empuja con celo martiano, puede ser también buena para aplicarla en el sistema de enseñanza, para que junto a la Constitución, Martí no falte en las escuelas.