La celebración de la Fiesta del Fuego 2019, fue espacio propicio para rendir merecido homenaje al sonero ejemplar, Eduardo Morales, Tiburón
La celebración de la Fiesta del Fuego 2019 en Santiago de Cuba, con la presencia de más de 500 visitantes de una veintena de países, fue espacio propicio para rendir merecido homenaje al sonero ejemplar, Eduardo Morales, Tiburón
El Caribe se hace son en Santiago de Cuba y eso lo saben los más de 500 visitantes de una veintena de países que han llegado a esta urbe oriental convocados por la Fiesta del Fuego 2019. Lógica entonces la ovación que coronó, durante la jornada de apertura, la entrega del más importante reconocimiento que otorga el festival a un sonero ejemplar, Eduardo Morales, Tiburón.
En las últimas cuatro décadas, suya fue una de las voces más encendidas y originales del son cubano, como recordó el compositor Rodulfo Vaillant, al pronunciar sobre la escena del teatro Heredia las palabras de elogio al homenajeado antes de que llegara a manos del cantor el Premio Internacional Casa del Caribe 2019.
Muchos revivieron el acento deliciosamente áspero con que el cantante atacaba las letras de aquellas piezas memorables del conjunto Son 14, de Adalberto Álvarez, en sus días iniciales. Quien escuchó ayer y escuche en lo adelante A Bayamo en coche, Son de la madrugada, Son como son y Las hojas blancas inevitablemente tendrá que asociar la sabrosura de esos temas de Adalberto con las inflexiones y ocurrencias de Tiburón.
Pero lo que verdaderamente lo amarró para siempre a la tierra santiaguera fue su interpretación, también con Son 14, de Calle Enramadas. Como se conoce, ese es el nombre de la arteria vial principal del centro de Santiago. Pedro Gómez (1932 -2019), compositor de recia estirpe oriental, se inspiró en la calle para escribir un son que envió al concurso Adolfo Guzmán, y nadie mejor que Tiburón para defender lo que ha devenido símbolo de la ciudad.
Curiosamente, Tiburón no es santiaguero. Nació hace 83 años en Francisco Guayabal, al sur de Camagüey. A Santiago había ido varias veces a jugar pelota cuando se desempeñaba como uno de los jardineros del equipo Granjeros, representante de la afición agramontina en las Series Nacionales de Béisbol de finales de los años 60 del siglo pasado. Es más, la primera vez que salió a la grama del estadio Guillermón Moncada, un jugador oriental conectó un elevado al jardín derecho y todavía hay quienes recuerdan cómo Tiburón pifió el lance.
La anécdota solo es eso: una anécdota que sazona lo que vino después: Tiburón bateó amplia y contundentemente todos los sones que Adalberto compuso en la etapa de arrancada y consolidación de Son 14.
Y cuando Adalberto fundó otra orquesta, la que mantiene hasta hoy con su nombre en La Habana, Tiburón siguió dándole lustre al conjunto sonero en Santiago. De una parte su voz y de otra su porte inconfundible terminaron por fundirse con la imagen de la ciudad, su gente, su atmósfera y su modo de sentir la vida.
Sobreponiéndose a dolencias que han hecho mella en su cuerpo, el sonero subió al teatro Heredia y luego de recibir el premio, y además el Escudo de la Ciudad conferido por la Asamblea Municipal del Poder Popular, se dio el gusto de sonear con todas las de la ley junto al grupo Karachi. Y decir a los cuatro vientos lo que siempre ha sido: un cubano de corazón, que prefiere cantar a los suyos sin pensar en fama y dinero.