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Tres instantes con Vilma

Granma comparte estos testimonios, obtenidos durante el coloquio Vilma, la que conocí, que se celebró este jueves en la capital, organizado por la FMC en honor al aniversario 88 del natalicio de la eterna presidenta de la organización

Las hermanas Enriqueta y María Cristina aún recuerdan el día de 1958 en que los esbirros del régimen de Fulgencio Batista llamaron con fuerza a la puerta de su casa, en el corazón de Santiago de Cuba. Habían tomado la cuadra al descubrir que la familia Ruiz Bravo resguardaba allí a la joven luchadora de la clandestinidad, Vilma Espín Guillois.

«Ahí está tocando el esbirro Mano Negra» –apodo que recibió el teniente Enrique Despaigne Noret, uno de los más sanguinarios de la ciudad–, y con la alarma las hermanas se apuraron por ocultarlo todo: las armas y medicinas que guardaban para los revolucionarios, las pegatinas y volantes que usaban en la lucha clandestina.

Sin tiempo a más, Vilma agarró su bolsa de yarey, donde guardaba documentos comprometedores de la lucha en la Sierra y la clandestinidad, y corrió a toda prisa hasta el fondo de la casa, que tenía dos plantas –una de las más altas del vecindario– y subió al techo.

«No lo pensó dos veces.

«No lo pensó dos veces. Saltó al patio trasero de la casa de los vecinos del fondo. La señora de esa familia, que lavaba y tendía unas ropas, al mirar al cielo y ver que descendía una mujer muy hermosa del tejado, creyó estar ante la mismísima aparición de la virgen. “¡Milagro! ¡Milagro”, exclamó confundida», recuerda Enriqueta Ruiz.

El milagro sería que Vilma lograra escapar luego del salto. Para sorpresa de los padres y nueve hermanos de la familia Ruiz Bravo, dos horas más tarde recibieron su llamada. «Estoy bien y voy a regresar a la casa», dijo con la dulzura que caracterizaba su voz, cuenta Enriqueta.

La familia le alertó que no lo hiciera, que todavía había esbirros por todas las esquinas. «No importa. Volveré por donde mismo me fui», contestó la joven, que entonces tenía 28 años.

Y volvió, luego de trepar al tejado de la casa desde el patio trasero de los vecinos del fondo. «Tengo que confesarles algo –cuentan que dijo mientras sonreía– fue más fácil lanzarme del techo que escalarlo».

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La tarea más difícil de la Federación de Mujeres Cubanas

En los primeros años del triunfo de la Revolución, para un grupo de líderes femeninas la prioridad era ofrecerle un techo a los miles de niños que vivían en las calles, abandonados por sus padres y a los que el gobierno del dictador Fulgencio Batista nunca ofreció protección.

Esta fue la tarea más difícil de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), fundada por Vilma Espín el 23 de agosto de 1960, relata la Generala Delsa Esther Puebla (Teté Puebla), su amiga y compañera de lucha en la Sierra Maestra.

Es poco conocido, añade, que Vilma convenció a las familias más adineradas de la Isla, aquellas que permanecieron en el país y apoyaron la Revolución, para que dieran cobija a los niños huérfanos que vivían en las calles y desamparados en las zonas campesinas.

«Y lo conseguimos, al menos hasta que el nuevo gobierno consiguió los recursos para atender institucionalmente a los pequeños», recuerda.

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Durante una visita a la provincia de Ciego de Ávila

Durante una visita de Vilma Espín a la provincia de Ciego de Ávila, como parte de los recorridos usuales que realizaba la dirigente de la FMC por cada territorio para evaluar la participación de la mujer en la vida del país, pidió detener el vehículo a mitad del camino.

Los acompañantes, preocupados, le preguntaron si sucedía algo, cuenta Teresa Amarelle Boué, miembro del Buró Político y actual secretaria general de la FMC, quien conoció la historia a través de un periodista avileño que estaba presente en el recorrido.

Desde la ventanilla había visto un espléndido rosal y con un pie en la calle, le explicó a sus acompañantes: «Me gustan las rosas y solo quiero disfrutarlas un instante más».

Estos testimonios se obtuvieron durante el coloquio Vilma, la que conocí, que se celebró este jueves en la capital, organizado por la FMC en honor al aniversario 88 del natalicio de la eterna presidenta de la organización.

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