
Por Tahiris Montano Ajete
Ahí están. En un rincón de Venezuela, donde el sol amanece lento y la vida parece resistirse a la prisa, Sandra Rodríguez Reyes y José Luis Rodríguez Osorio celebran el Día del Amor.
Ella, licenciada en Imagenología, es la que le pone nombre a lo invisible, la que convierte sombras en diagnósticos. Él, optometrista y óptico, es el que corrige miradas, el que devuelve el mundo a su claridad. Juntos, son más que una pareja: son un equipo, una misión, una historia que se escribe entre turnos largos y noches sin dormir.
Se conocieron en Cuba, en el Policlínico Ernesto Guevara de la Serna, porque el destino tiene sus formas de juntar a las personas. Ella, con su bata blanca y su mirada seria, descifrando imágenes. Él, con sus lentes y su sonrisa fácil, ajustando dioptrías.
No hubo fuegos artificiales, ni música de fondo, ni escenas de película. Solo dos personas que, en medio del cansancio y la rutina, descubrieron que compartían algo más que un horario de trabajo.
Y entonces llegó Venezuela: la misión, el desafío. Aquí, su amor se puso a prueba. La escasez de recursos, las jornadas interminables, la distancia de su hogar. Pero también aquí, entre la adversidad, encontraron una razón más para seguir juntos. Porque el amor, cuando es verdadero, no se mide en comodidades, sino en la capacidad de resistir, de reinventarse, de encontrar luz incluso en los momentos más oscuros.
José Luis y Sandra son de esos que no hacen ruido, pero dejan huella. No buscan protagonismo, pero su historia es digna de contarse. Porque en un mundo donde el amor a veces se reduce a likes y mensajes de texto, ellos nos recuerdan que el amor también puede ser esto: dos personas que se eligen todos los días, no para huir de la realidad, sino para enfrentarla juntos.
Hoy, en este Día del Amor, celebran no solo su aniversario, sino también esa hermosa complicidad que los ha unido. Porque el amor, al final, no es solo un sentimiento, sino un acto de valentía. Y ellos, con su entrega y su compromiso, son la prueba viviente de que el amor puede ser tan grande como la misión que eligieron cumplir.
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