El hipoclorito de sodio es eficaz para desinfectar superficies y eliminar microorganismos dañinos. Su uso ayuda a prevenir enfermedades y mantener la higiene
Por Tairis Montano Ajete
En un mundo donde la limpieza y la desinfección son más que una necesidad, el hipoclorito de sodio emerge como un héroe silencioso.
Este compuesto químico, conocido popularmente como lejía o cloro, ha demostrado ser una herramienta indispensable en la lucha contra bacterias, virus y parásitos que amenazan nuestra salud.
Desde la desinfección de superficies hasta la purificación del agua, el hipoclorito se ha ganado un lugar en hogares, hospitales y comunidades. Su capacidad para eliminar microorganismos lo convierte en un recurso vital, especialmente en tiempos de crisis sanitarias como la pandemia de COVID-19.
Sin embargo, su uso requiere precaución y conocimiento. Una dosis incorrecta puede ser ineficaz o, peor aún, peligrosa.
Para purificar agua, por ejemplo, se recomienda añadir de 2 a 4 gotas de hipoclorito por litro y esperar 30 minutos antes de consumirla. En la limpieza de superficies, una mezcla de 4 cucharadas por litro de agua asegura una desinfección efectiva. Pero, como todo superhéroe, el hipoclorito tiene su talón de Aquiles: el contacto directo con la piel o los ojos puede causar irritación, y su almacenamiento debe ser cuidadoso para evitar accidentes.
El hipoclorito no solo limpia; salva vidas. Su uso adecuado puede prevenir enfermedades como el cólera, la hepatitis A y el dengue, marcando la diferencia en comunidades vulnerables. En un país como Cuba, donde la salud pública es una prioridad, el hipoclorito se convierte en un aliado estratégico.
Así, este compuesto químico, humilde pero poderoso, nos recuerda que la ciencia y la responsabilidad son nuestras mejores armas para construir un entorno más seguro y saludable. ¿Estamos listos para aprovechar todo su potencial? La respuesta está en nuestras manos.
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