Fue entre las capas mayoritarias de los cubanos: campesinos, obreros, profesionales modestos y jóvenes desempleados, o de empleos precarios y cíclicos, que prendió la chispa de una revolución cabal, con un programa político contenido en el Manifiesto del Moncada a la Nación
De que la base del pueblo cubano estaba políticamente preparada e imbuida de fervor patriótico en 1953, lo ejemplifica la composición social del movimiento revolucionario que el joven abogado Fidel Castro Ruz logró nuclear en corto tiempo tras el artero golpe de Estado o «madrugonazo» militar del 10 de marzo de 1952, perpetrado por Fulgencio Batista y pronto reconocido por el gobierno yanqui, cuando se estaba en vísperas de unas elecciones generales, a efectuarse el 1ro. de junio de ese año.
Los integrantes de lo que sería un movimiento revolucionario transformador supieron aquilatar el momento crucial que se vivía. Ellos formaban parte de la concepción de pueblo que luego definiría Fidel en su alegato de defensa de la acción del Moncada, conocido como La Historia me Absolverá.
Fue entre las capas mayoritarias de los cubanos: campesinos, obreros, profesionales modestos y jóvenes desempleados, o de empleos precarios y cíclicos, que prendió la chispa de una revolución cabal, con un programa político contenido en el Manifiesto del Moncada a la Nación. No se trataba de un grupo únicamente audaz. Ellos sabían y querían que su objetivo no fuera un simple cambio de gobierno usurpador.
La organización tenía un programa trazado por Fidel. Parte de este estaba enunciado en la Constitución de la República de 1940, abolida por Fulgencio Batista con el golpe de Estado. Esta, entre otros preceptos, abolía el latifundio, o tenencia excesiva de la tierra, pero las leyes complementarias nunca se aprobaron. El proyecto de Fidel tuvo ese punto como algo fundamental, además del rechazo a las empresas norteamericanas como la United Fruit Company, y numerosas compañías de toda índole, entre ellas las de Electricidad y Teléfonos, además de las gasolineras.
Y como elementos fundamentales estaban el desarrollo de la instrucción pública –la educación—, un programa de salubridad que alcanzara a todo el pueblo y otras muchas reivindicaciones sociales que se hicieron realidad tras el triunfo revolucionario del 1ro. de Enero de 1959, con la victoria del Ejército Rebelde comandado por él en la Sierra Maestra.
ANTECEDENTES
Antes de aquella silenciosa organización de jóvenes dispuestos a dar la vida por la Patria, es justo recordar un antecedente. En Cuba se había gestado en esa década un movimiento de masas, calificado por muchos de «populista» organizado por un líder indiscutible –el senador Eduardo Chibás–, que proclamaba la virtud y la honradez administrativas en la gobernación del país, como bandera política, cuyo símbolo fue una escoba que debía barrer con todo lo malo heredado de una república surgida manca, luego de la intervención extranjera, tras decenios de contienda librada por los cubanos a partir de 1868, cuando Carlos Manuel de Céspedes inició la guerra anticolonial por la libertad de Cuba, la que comenzó dándole él mismo la libertad a sus esclavos del ingenio La Demajagua e invitándolos, ya como hombres libres, a luchar por la libertad de Cuba. Ejemplo único en la historia de América.
Los jóvenes de 1953, en su Manifiesto político asumían: «La revolución de Céspedes, de Agramonte, de Maceo y de Martí; de Mella y de Guiteras, de Trejo y de Chibás», a tenor de que «en la vergüenza de los hombres de Cuba está el triunfo de la Revolución Cubana».
Por distintas razones tácticas no se alcanzó el triunfo definitivo en uno y otro momento histórico, pero la composición del cuerpo insurrecto o revolucionario del contingente de 1953, fue semejante a la de las anteriores guerras grandes, a 50 años de la primera república, manca.
«EL PUEBLO, SI DE LUCHA SE TRATA»
Cierto que en la década del 50 del pasado siglo había un número creciente de analfabetos, y la enseñanza y la salubridad no eran programas favorecidos por los gobiernos de turno, pero la cultura política, en la más alta expresión, se ganó finalmente las palmas en nuestra sociedad, gracias a la tradición patriótica.
Baste un número de ejemplos entre los combatientes del 26 de Julio, muertos (asesinados en su mayoría) y algunos de los sobrevivientes, en cuanto a su extracción social. Se trata, este, de un listado representativo, pues Fidel logró juntar a más de mil, la mayoría de los cuales, después, ingresarían en el Movimiento 26 de Julio y desempeñarían tareas heroicas, sumándose a la lista de héroes y mártires. Ellos representaban –como él mismo dijo– al pueblo de Cuba, si de lucha se trata.
GAMA SOCIAL DE LA GESTA DEL MONCADA
Los hermanos Horacio y Wilfredo Matheu Orihuela y Remberto Abad Alemán Rodríguez, albañiles, masilleros; Lázaro Hernández Arroyo, Pedro Véliz Hernández, Armando Mestre Martínez, Tomás Álvarez Breto y Juan Almeida Bosque, albañiles; Rafael Freyre y Hugo Camejo, obreros de un tejar; Flores Betancourt Rodríguez, trabajador de una pedrería; Pablo Agüero Guedes, auxiliar de albañil; Emilio Hernández Cruz y Manuel Saiz Sánchez, carpinteros; Armando del Valle López y Juan Domínguez, constructores de muebles, ebanistas; René Bedia, pintor de brocha gorda.
Alfredo Concha Cinta, Manuel Isla Pérez, Marcos Martí Rodríguez, Carmelo Noa Gil, Manuel Rojo, Gerardo Antonio Álvarez, José Labrador e Ismael Ricondo; todos de origen campesino u obreros agrícolas.
José Luís Tasende de las Muñecas (jefe de célula), y Vicente Vázquez, mecánicos de refrigeración; Juan Manuel Ameijeiras, Mario Martínez Ararás, choferes; Francisco Costa Velásquez, ayudante de chofer o «machacante»; Jacinto García Espinosa y Antonio Betancourt Flores, braceros de los muelles; Virginio y Manuel Gómez, cocineros (trabajaban en el Colegio de Belén); José Ramón Martínez, curtidor de pieles; José de Jesús Madera, obrero sin especialidad; Félix Rivero Vasallo, cantinero; Pablo Cartas Rodríguez, gastronómico; Andrés Valdés Fuentes, panadero; Ángel Guerra García, chapista, Pedro Marrero empleado de cervecería; Víctor Escalona, zapatero.
Abel Santamaría Cuadrado, empleado de una importante oficina comercial y estudiante al igual que Boris Luis Santa Coloma, quien era además dirigente sindical; Julio Reyes, empleado de un banco; Oscar Alcalde, dueño de un laboratorio de fármacos; Ramón Méndez Capote, viajante de comercio al igual que Elpidio Sosa; Miguel Oramas, empleado y fotógrafo al igual que Fernando Chenart Piña; Raúl de Aguiar, estudiante, Raúl Gómez García, maestro, poeta y dirigente sindical; Renato Guitart Rosell, comisionista de buques en la empresa de su padre; Julio Trigo, estudiante y viajante de medicina; Oscar Alberto Ortega, dependiente de comercio; Gildo Fleitas, estudiante y profesor a la vez, además, oficinista; Guillermo Granados, empleado de comercio; Rigoberto Cocho trabajador del sector eléctrico; Gregorio Careaga, empleado en una funeraria; Roberto Mederos Rodríguez, trabajador del comercio; Ciro Redondo, empleado, viajante de comercio; Ramiro Valdés, empleado, como Pepe (José) Suárez, principal jefe de célula en Artemisa.
Salvo algunas excepciones, todos militaban en el Partido o la Juventud Ortodoxa en su lugar de residencia.
Este cuadro, sintético pero elocuente, da una idea contundente de la composición social. Pero habría que agregar a los desempleados en aquel momento, como Osvaldo Socarrás y Humberto Valdés Casañas, que se ganaban el sustento diario, apenas para comer, como parqueadores de autos; o Giraldo Córdoba Cardín, que se estrenaba como boxeador; a Rolando San Román, eventual vendedor de ostiones o José Testa Zaragoza, vendedor de flores; Antonio Ñico López, vendedor del mercado agropecuario de La Habana. Ñico López salvó la vida, se exiló en Guatemala y fue el primero de los revolucionarios que conoció al joven médico Ernesto Che Guevara, durante el gobierno de Jacobo Arbenz, y quien luego presentaría a Fidel y Raúl, al joven argentino. Sería, por Ñico, que el Che Guevara conociera los pormenores de la organización y el asalto al Moncada y al cuartel de Bayamo, el 26 de Julio de 1953.
Otros son de imprescindible mención para completar la concepción de pueblo, si de lucha se trata, ofrecida por Fidel en el juicio del Moncada: Pedro Miret, estudiante de ingeniería en la Universidad; Raúl Castro, estudiante, Mario Muñoz, médico; Haydée Santamaría, autodidacta y ama de casa; Melba Hernández Rodríguez del Rey, abogada en funciones, al igual que Fidel Castro Ruz.
Todos –mencionados o no–, estaban imbuidos en el conocimiento de la historia, desde los próceres independentistas hasta los más contemporáneos.
Conocían, y se demostró en el proceso judicial, por ejemplo, la valía del líder de los trabajadores azucareros, Jesús Menéndez, a quien, por cierto, Abel admiraba extraordinariamente y conocía, pues trabajó en el antiguo central Constancia donde vivían los Santamaría. Abel, hermano de Haydée, era el segundo hombre del Movimiento de la Generación del Centenario. Fue hecho prisionero y vilmente asesinado en el Cuartel Moncada.
MAMBISES DEL SIGLO XX
Podrían ser considerados mambises del siglo XX, en su composición social, si bien la esclavitud había sido abolida, como sistema, y no podrían estar entre ellos los hombres como aquellos a los cuales Carlos Manuel de Céspedes, proclamado Padre de la Patria, desató las cadenas al iniciarse la llamada Guerra Grande (diez años de lucha) por la independencia, cuando Cuba era colonia de la metrópoli española.