El abogado, guardián de la justicia

Cada año el 3 de febrero se celebra el Día Internacional del Abogado, una fecha en la que se reconoce la labor esencial de los profesionales del derecho en la sociedad
Por Tahiris Montano Ajete
Hoy no es un día cualquiera, se celebra el Día Internacional del Abogado y el mundo, aunque no lo sepa, le debe mucho a esos hombres y mujeres que, con toga y sin ella libran batallas en los tribunales, en las calles y hasta en las redes sociales. Sí, los abogados, esos seres que parecen tener un código moral escrito en letras góticas y que, a veces, son más incomprendidos que un poema de Bukowski.
El abogado: entre la toga y el café frío
Imagine esto: un abogado, de esos que llevan corbata aunque haga 40 grados a la sombra, sentado en su escritorio. Frente a él, una montaña de expedientes que parece más alta que el Everest. A un lado, un café que lleva horas frío, porque el tiempo, para un abogado, es un lujo que no existe.Suena el teléfono. Es un cliente desesperado. «Licenciado, ¿qué hacemos?», pregunta al otro lado de la línea. Y él, con esa calma que solo da el saber que la ley está de su lado (o no), responde: «Tranquilo, yo me encargo».
Así son los abogados. Los héroes anónimos de las demandas, los divorcios, los contratos y los juicios. Los que defienden al inocente, al culpable y al que está en el limbo legal. Los que, con un código penal en una mano y un café en la otra, intentan poner un poco de orden en este caótico mundo.
La justicia no es ciega, solo está miope
Pero no todo es color de rosa en el mundo del derecho. Los abogados, esos seres que parecen invencibles frente a un juez, también tienen sus batallas internas. La justicia, dicen, es ciega, pero a veces parece más bien miope. Y ahí están ellos, luchando contra sistemas corruptos, contra leyes obsoletas y contra clientes que, a veces, les pagan con un «gracias» y una palmadita en la espalda.
En algunos países, ser abogado es casi un acto de heroísmo. Defender los derechos humanos, por ejemplo, puede costarte la vida. O, al menos, unas cuantas amenazas de muerte. Pero ellos siguen ahí, firmes, como si la toga fuera una armadura y el código civil, una espada.
Celebraciones y reflexiones
Hoy, en el Día Internacional del Abogado, no hay desfiles ni fiestas masivas. No hay globos ni pasteles con velitas. Pero sí hay reconocimiento.
En las facultades de derecho, los estudiantes discuten sobre ética y justicia. En los tribunales, los jueces y fiscales se toman un momento para agradecer a sus colegas. Y en las redes sociales, los memes sobre abogados se multiplican como testigos en un juicio por difamación.
Es un día para reflexionar. Para preguntarnos si la justicia es realmente justa. Para recordar que, detrás de cada ley, hay una historia. Y que, detrás de cada abogado, hay un ser humano que aunque parezca de piedra, también tiene corazón.
Un brindis por los abogados
Así que hoy, mientras usted lee esta crónica, imagine a ese abogado que conoce. El que le ayudó con su divorcio, el que defendió a su primo o el que simplemente le dio un consejo legal en una cena familiar. Imagine su escritorio lleno de papeles, su café frío y su mirada cansada pero decidida. Y bríndele, aunque sea mentalmente, por su labor. Porque, en un mundo donde la justicia a veces parece un sueño lejano, los abogados son los que mantienen viva la esperanza.
Feliz Día Internacional del Abogado. Que la justicia esté siempre de su lado (y que el café nunca se les enfríe).