Un año después de la elección de un nuevo Presidente en Cuba las transformaciones revolucionarias se afianzan y profundizan
Un año después de la elección de un nuevo Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, en memorable sesión de la Asamblea Nacional conclusivo de un transparente y democrático proceso eleccionario, las transformaciones revolucionarias se afianzan y profundizan.
Quienes soñaron con la quiebra de una trama, que se ha ido tejiendo a lo largo de 60 años, y aun antes, desde la fase final de la gesta emancipadora en las montañas y ciudades, han dado de bruces ante una realidad inconmovible: la Revolución sigue en pie y no se detiene. No ha habido desmayos ni retrocesos, ni saltos al vacío. El relevo en la máxima dirección del Estado implica continuidad.
La generación histórica que nos trajo hasta aquí, bajo la conducción de Fidel y luego de Raúl, nutre y fertiliza los nuevos liderazgos, ajenos a la inercia, la rutina y la clonación. El estilo de trabajo se renueva, la vocación de servicio se expresa mediante acciones reveladoras, el legado de los fundadores se multiplica.
La coherencia y consistencia del proceso cuentan como baluartes la articulación entre el Partido Comunista, vanguardia política de la sociedad, y las estructuras estatales y de gobierno. El General de Ejército Raúl Castro al frente del Partido y Miguel Díaz-Canel en la jefatura del Estado asumen misiones y deberes que se complementan y garantizan la unidad de acción. Cada vez más se hacen visibles las decisiones colectivas, la construcción de consensos, la diferenciación de las funciones políticas y gubernamentales y las responsabilidades específicas de quienes tienen a su cargo la toma de decisiones y la ejecución de las tareas.
Al mismo tiempo, en el último año se ha puesto de manifiesto una vez más cómo en la unidad del pueblo y en la identificación de este con el liderazgo radica la fortaleza de la Revolución. La abrumadora votación popular a favor de la nueva Constitución fue un ejemplo. Los recorridos del Gobierno y sus ministros por los territorios propician diálogos enriquecedores con la población, que se traducen en acciones puntuales de notable repercusión económica y social. La comunicación es abierta y sistemática, al punto de que cualquier ciudadano puede seguir de primera mano el modo en que los gobernantes encaran diversas situaciones y problemas.
En el plano internacional, el prestigio de Cuba se consolida y de ello dan testimonio las giras y visitas del Presidente por naciones de Europa, Asia, América Latina y el Caribe, el respeto y admiración de la voz cubana en foros multilaterales, la práctica consecuente de la solidaridad internacionalista y la voluntad irreductible de una política de paz.
Todo ello sin menoscabo de nuestros principios. Cuba es socialista por decisión y convicción soberanas. Cuba es martiana y fidelista. Eso duele a los enemigos y desata pesadillas imperiales. Eso hace que el camino sea más complejo y desafiante. Pero cada cubano, como diría el poeta, sabe que lo difícil es estimulante.