Cincuenta y siete almanaques atrás un país, con el heroísmo de sus jóvenes soldados, y también, con el de sus jóvenes jefes, protegió a un pueblo que estuvo dispuesto a morir por el socialismo; hoy su juventud, en pleno siglo xxi, acaba de expresarse en una página gloriosa en la recién concluida Cumbre de las Américas, en Perú. Allí defendieron los mismos ideales
Hoy vivimos la expresión más nítida de la victoria de la Revolución, la misma que Fidel definió como una sola y que comenzó el 10 de octubre de 1868, cuando Carlos Manuel de Céspedes inició el camino de estos 150 años.
Era 19 y también abril. Cincuenta y siete almanaques atrás un país, con el heroísmo de sus jóvenes soldados, y también, con el de sus jóvenes jefes, protegió a un pueblo que estuvo dispuesto a morir por el socialismo; hoy su juventud, en pleno siglo xxi, acaba de expresarse en una página gloriosa en la recién concluida Cumbre de las Américas, en Perú. Allí defendieron los mismos ideales.
En 1961, en las arenas de Playa Girón, los pechos henchidos en la épica batalla, eran los mismos que expusieron la dignidad de una nación que no aceptó la Patria sin independencia en 1878, los que en 1895 colmaron de hidalguía la manigua; los que no cejaron, aunque en ello les fuera la vida, desde el movimiento obrero o estudiantil en su aspiración de acabar con los abusos de gobiernos entreguistas desde 1902 hasta 1959.
Céspedes, José Martí, Antonio Maceo, Máximo Gómez, Ignacio Agramonte, Rubén Martínez Villena, Julio A. Mella, Carlos Baliño, Jesús Menéndez, hubieran sido los primeros en Girón, porque en ellos se fecundó la valentía, la gigante estatura ética y el compromiso de los moncadistas y de quienes hicieron desembarcar a la Revolución en el yate Granma, que parió, parafraseando al poeta, el corazón de una era, convertida en un invencible ejército de pueblo, «porque sólo se ve bien con el corazón; lo esencial es invisible para los ojos», decía Antoine de Saint Exupery.
Trascendencia de la victoria de Girón
En Girón se defendió la esperanza de un pueblo que no ha dejado de soñar despierto, porque crece con cada triunfo. Bajo aquella metralla se gestaba una de sus obras más altruistas: en ese mismo año, en el cual el imperialismo encajaba su primera gran derrota en América, nacía también el primer territorio libre de analfabetismo en el dolido continente. Se vivía otra era, pero sus protagonistas estaban hecho de los cimientos que ya sostenían, y sostienen, en el alma de la nación sus sentimientos de independencia y soberanía.
Este otro abril del 2018, vio a la joven Mirthia Brossard agarrar un micrófono para romper otro engendro imperial en Perú e impedir –como hace 57 años- a quienes les pagan por agredir a su Patria, representar de manera ilegítima a la sociedad civil cubana. Ella, junto a su delegación, logró que fuera la vocera de su Coalición, al diálogo entre la sociedad civil y actores sociales con los representantes de alto nivel de los gobiernos. A Mirthia no hay que pagarle nada para defender su bandera, porque ella tampoco ha dejado morir a Martí y en esta era respondió con su prédica: «La patria necesita sacrificios. Es ara y no pedestal. Se la sirve, pero no se la toma para servirse de ella».
En Perú, la diplomacia de la verdad, la de nuestro pueblo, se irguió con la misma entereza que en escenarios similares de los heroicos años sesenta del pasado siglo. El «Con Cuba no te metas» del embajador Juan Antonio Fernández, y el tsunami de verdades que le cantó el ministro de Relaciones Exteriores, Bruno Rodríguez, al imperio, haciendo presente en la Cumbre a Bolívar y a Martí, nos devolvió al canciller de la dignidad, Raúl Roa, cuando en agosto de 1960, en San José de Costa Rica, sentenció la ruptura definitiva con la oea, que celebraba allí su vii Reunión de Consulta, al expresar: «Los gobiernos latinoamericanos han dejado a Cuba sola. Me voy con mi pueblo, y con mi pueblo se van también de aquí los pueblos de nuestra América».
Ellos jamás se rindieron
Mirthia, Juan Antonio, Bruno, Yamila González, Ronald Hidalgo, o los jóvenes periodistas que llevaron la verdad al mundo desde Perú, no combatieron en la Sierra Maestra ni en Girón, no habían nacido. Pero como aquellos jóvenes, jamás se rindieron. Fidel había dicho «Sin 10 de octubre no habría habido 15 de marzo, sin Yara no habría existido Baraguá; ¡pero sin Baraguá, Yara no habría sido Yara!
(…) hay que decir que nuestra generación recibió la herencia, el espíritu de todo lo que hicieron aquellas generaciones: la herencia de Céspedes y Yara; la herencia de Agramonte, Calixto García, Máximo Gómez; la herencia de Maceo, la herencia de este hecho singular y extraordinario que fue la Protesta de Baraguá; la herencia de nuestras luchas por la independencia, la experiencia de todas las generaciones anteriores. Porque en los combatientes revolucionarios de nuestra época eso estaba muy presente, y la Protesta de Baraguá estaba muy presente; la idea de no rendirse, la idea de no darse por derrotado nunca».
Este 19 de abril del 2018, la Asamblea Nacional del Poder Popular, eligió mediante voto directo y secreto a un nuevo Presidente del Consejo de Estado. Lo hizo sobre el mismo sendero recorrido desde hace 150 años. Ingenuos los que crean que inicia la era post Castro. Así como no hubo ni habrá una era post Martí, los Castro seguirán, por mérito, por fidelidad y por lo que más temen los imperialistas, porque cada cubana y cubano somos Castro, y para que no haya duda, Ruz.