
Por Raisa Díaz Miranda
El tiempo fue testigo de una osadía. Nunca las promesas fueron cumplidas hasta después del 59 cuando la vida era prioridad. Muchas familias en peligro serían trasladadas a un escenario vibrante de futuro y amor.
La propuesta no era bien recibida pero el resultado colmaría de esperanzas a todos por igual. Primero era contar con las condiciones logísticas necesarias. Nunca exentos de errores, la Revolución trazaba medidas imprescindibles para seguir adelante.
Sandino fue un buen lugar. Nacería con la Revolución en el poder, antes atrasada después sembradora de sueños y confianzas.
El otrora Remates de Guane asumiría la heterogeneidad de familias que colaboraron con el bandidaje, unos sin saber lo que hacían, otros sí lo sabían. Fueron organizados para ello dos planes campesinos. La implicación con los bandidos era inminente y peligrosa, por lo que se les explicó sus consecuencias y la importancia de asumir el traslado.
El Plan Especial Campesinas No. 2 fue el relacionado con el territorio más occidental de Cuba. La Revolución daba pasos seguros hacia el porvenir y el pueblo entendería su justeza a partir de los esfuerzos cotidianos.
La zona, antes abandonada y atrasada por siglos de dominación, abría sus alas al poblamiento y desarrollo. Esto hizo posible una convergencia de prácticas y tradiciones.
La vida mejoró en los antes tristes parajes y después de la inauguración de Ciudad Sandino, que emergía como una necesidad impostergable, el 22 de agosto de 1964 todos, unos traídos, otros oriundos de la zona comenzaron a poblarla. Así a partir de 1967 cuando llegaron las últimas familias, nacería un pueblo cultivador de anhelos y de la utilidad virtuosa.
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