Quiso la historia que el 14 de junio , nacieran para Cuba dos gigantes que, cada uno instalado en su época, aportaran a nuestra nacionalidad lo más valioso de sus respectivas personalidades.
La Habana, Cuba. – Llegando el mes de junio, habría que exclamar como el verso de César Vallejo: ¡Cuánto catorce en un solo catorce! Quiso la historia que ese día específico del calendario, nacieran para Cuba dos gigantes que, cada uno instalado en su época, aportaran a nuestra nacionalidad lo más valioso de sus respectivas personalidades.
Parece ocioso decir que cumplieron con el designio del momento, pero la palabra se empequeñece al mencionar sus nombres: Antonio Maceo y Ernesto Guevara.
La misma historia se ocupa de repetir que la historia se repite, aunque más tarde se le añade una coda para acotar las singularidades.
La Invasión de Oriente hasta Occidente, ese jalón de audacia, conocimiento e inteligencia donde brilló como nunca lo mejor del pensamiento táctico y estratégico militar cubano, propició también el acercamiento de las dos figuras: Maceo y Che.
Dos epítetos victoriosos
La historiografía militar cubana recoge las similitudes entre la epopeya protagonizada por Antonio Maceo y por Ernesto Guevara.
El Titán de Bronce puso todo su empeño invicto para cumplir el mandato inexorable de conducir la guerra de Este a Oeste. De hecho, libró más batallas y enfrentó a más soldados que Simón Bolívar y José de San Martín.
Ernesto Guevara, por su parte, los combates más enconados los llevó a cabo en el centro del país. Para la leyenda quedaron los batallas de Fomento, Placetas, Santa Clara, donde el Che desplegó esfuerzos victoriosos, premonitorios de aquel epíteto indeleble con que el pueblo lo consagrara: el Guerrillero Heroico.
Así quedaron dos genios militares unidos, no sólo por la fecha de nacimiento, sino por la intrepidez y la sagacidad. Otra vez, exclamaremos con César Vallejo: ¡Cuánto catorce en un solo catorce!