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Guanahacabibes, entre ensueños y leyendas

Un gran halo de misterio envuelve a la península de Guanahacabibes, acentuado por relatos de sus escasos habitantes quienes suelen contar historias transmitidas por sus ancestros, con tanta certeza y vehemencia, como si las hubieran vivido.

Sandino- Un gran halo de misterio envuelve a la península de Guanahacabibes, acentuado por relatos de sus escasos habitantes quienes suelen contar historias transmitidas por sus ancestros, con tanta certeza y vehemencia, como si las hubieran vivido.

El silencio y la soledad en sus costas y bosques, solo es interrumpido por el canto de aves como el ruiseñor, o el picoteo del pájaro carpintero construyendo su morada en el tronco de algún árbol o por el sonido de las iguanas en la maleza, al huir de la presencia humana.

Todo en conjunto, provoca la admiración y también cierto sobresalto en quienes acuden al encuentro de esa zona, en tiempos pasados frecuentada por corsarios y piratas.

Y en torno a sus colinas lacustres abundan fábulas sorprendentes sobre tesoros y fechorías de filibusteros, las cuales contadas por los lugareños toman cierto enigmático acento, que suele vagar por la región, olvidada antes del triunfo revolucionario, como es el caso de los rumores relacionados con la cueva del pirata Perjuicio, lugar donde –afirman- el bandido escondió un botín y lo tapió con cemento romano.

El primer acto de piratería recogido por la historia en las proximidades de Pinar del Río se remonta al 15 de marzo de 1537, protagonizado por franceses, apoyados por la estratégica posición geográfica de la Península de Guanahacabibes, al decir de historiadores.

Así, ocultos y con mucha paciencia, esperaban la aparición en lontananza de la víctima para proceder al asalto y posterior saqueo.

Increíble

Desde el siglo XVI y hasta el XIX, Guanahacabibes se convirtió en un sitio de mucha inseguridad por esos frecuentes hechos vandálicos, sobre los cuales España no pudo ejercer un verdadero control en la región.

Cuentan que uno de los más trágicos acontecimientos resultó el de la embarcación Nuestra Señora del Rosario y San Diego, que transitaba por esas aguas con 60 personas a bordo, además de una carga de cueros, madera, plata labrada y en moneda, atacada con fuego de artillería por piratas ingleses.

Varios muertos, y el saqueo de todas las riquezas resultaron del enfrentamiento en las inmediaciones del Cabo de San Antonio, tras el cual la tripulación restante fue abandonada a su suerte, hasta su posterior rescate por un barco portugués.

En las profundidades de los mares de la península yacen, como mudos testigos de aquellos acontecimientos, restos de más de 200 galeones, lo que resulta otro de los grandes atractivos de los fondos marinos de Guanahacabibes.

Muy interesante

Hoy aún en la península está la huella de los malhechores, pues sitios donde protagonizaron sus fechorías tomaron sus nombres, y aparecen en mapas y derroteros envueltos en la leyenda, como son los casos del Puerto del Holandés, Los Ingleses, Los Portugueses, Cabo Francés, y la Cueva Enrique y el Limeño, por solo citar algunos ejemplos.

Pero quizás la historia más versionada resulta la de María la Gorda, de quien se dice fue una indígena venezolana traída a la fuerza en un barco pirata y abandonada a su suerte, mientras otros la caracterizan como la hija de un navegante español que naufragó en esos dominios.

Sea cual fuere su procedencia, lo cierto es que la rolliza mujer dicen se asentó en la Ensenada de Corriente, en el extremo occidental de Cuba, y para sobrevivir , creó una especie de lupanar, donde suministró comida y compañía femenina a los tripulantes de cuanto navío se aventuraba por el área, mientras su eco llega hasta nuestros días.

La playa que lleva su nombre, es hoy un centro de buceo internacional, al cual acuden turistas de todo el mundo, interesados en admirar sus conservadas barreras coralinas, de una extraordinaria belleza, y acercarse a su naturaleza y a leyendas, que son contadas con orgullo por sus habitantes, porque forman parte de la cultura e historia del istmo.

Así es esa península, virginal tierra de ensueños, antes asediada por piratas y hoy destino de cruceros, muestra del desarrollo que llegó allí para quedarse junto a los lugareños, quienes se precian de ser los últimos en apreciar la puesta del sol en la Mayor de las Antillas.

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