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Elba Morejón Barreto, una vida que late al compás de su vocación

Por Tairis Montano Ajete

Elba nunca buscó ser protagonista; simplemente quiso ser útil, sanar, y acompañar. Pero, sin querer, su historia se ha convertido en una de esas que se cuentan con voz baja, como un secreto que merece ser guardado con cuidado, porque está impregnado de amor y sacrificio.

Desde aquel lejano 1976, Elba hizo de la enfermería su hogar. La pediatría la eligió, y ella respondió con ternura infinita, con esas manos firmes y a la vez suaves que las madres miran con alivio y los niños con confianza.

La rutina de las consultas y las largas noches de guardia no la desgastaron, porque para Elba, cada vida que trataba era un motivo para seguir adelante.

Cuando le tocó cruzar mares y enfrentar tierras extrañas, lo hizo con la misma pasión. Iraq la conoció como la mujer que siempre llevaba consigo una sonrisa, incluso en las circunstancias más difíciles.

Venezuela vio en ella a la enfermera que no se detenía ante nada, que hacía de la solidaridad internacional una bandera en alto.

Regresó a Sandino, su refugio, pero no para descansar. Allí continuó formando médicos latinoamericanos, preparando a generaciones que hoy recuerdan su paciencia y su capacidad de enseñar con el ejemplo. Su nombre dejó de ser solo un nombre; se convirtió en una inspiración.

Elba fue directora del policlínico, jefa de enfermería, miembro del Partido Comunista. Su currículum parece interminable, pero ella no se vanagloria de títulos. Todo es simplemente una extensión de su deseo de servir. En 2022, cuando llegó el momento de jubilarse, el policlínico parecía un capítulo cerrado. Pero no lo fue. Tres años después, Elba volvió, porque nunca aprende a vivir lejos de ese lugar que para ella no es solo trabajo, sino vida misma.

Hoy, al verla caminar por los pasillos como jefa del cuerpo de guardia, con su mirada cargada de emociones y esas lágrimas que brotan cuando habla del policlínico, uno entiende que no hay jubilación para la vocación. «El policlínico es todo para mí», dice entre suspiros, y en esa frase sencilla se resume una existencia llena de propósito.

Elba Morejón Barreto no es solo una enfermera. Es una prueba de que el verdadero impacto no está en las grandes gestas, sino en las vidas que se tocan día a día con un amor genuino y una entrega absoluta.

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