
Por Raisa Díaz Miranda
Hoy pudiera escribir con acritud todo lo que este pequeño país sufre asediado por el vecino del Norte. Escojo entonces mis letras para que lleguen sanas y no abruptas ante la realidad que visualizo. ¡Cuánta ignominia impuesta por los Estados Unidos! Pensemos entonces que los requiebros pudieran apaciguar malos momentos. Demostremos el compromiso que nos identifica y entre aparejos de dignidad digamos no a la soberbia y la apatía.
El contexto se vuelve crucial y el tiempo nos enseña a combatir sin demora por metas trazadas. Más de 60 años, Cuba protege a sus hijos, y la herencia arraiga posiciones para mantener sus conquistas a como dé lugar.
Las ideas agolpan mi sien y entretejiendo la historia de valor y justicia encontré entre libros y saberes prácticos experiencias vividas, acontecimientos marcados, hitos que muestran la lealtad y el honor.
La muerte no importaba, la lucha traía consigo el más sagrado de los sentimientos, el amor a la Patria, el compromiso se hacía necesario ante la situación que existía en la isla.
Hoy el escenario parece distinto pero la efervescencia revolucionaria sacude el cimiento de quienes nos enseñaron a defender la libertad, a ayudarnos y considerarnos entre todos, a no dejarnos abatir, a seguir adelante ante tempestades y caminos maltrechos.
Este es nuestro Moncada, nuestra Sierra Maestra, nuestro lugar de combate.
Amedrentarnos sería depositar nuestro valor. El cubano valiente sigue adelante, enfrenta desafíos, combate lo mal hecho, y sobre todo, batalla por proteger su porvenir.
La Revolución Cubana no está sola, sus hijos la acompañan y protegen. Ella es ejemplo ante el mundo, hermana de muchos, acicate para las nuevas generaciones.
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