Ser solidarios, es mirar y ayudar distante del planeta.
La solidaridad es una palabra de unión. Es la señal inequívoca de que todos los hombres, de cualquier condición, nos demos cuenta de que no estamos solos.
Sandino-Ser solidarios, es mirar tanto al más cercano, como por al hermano más distante, puesto que todos formamos parte de la misma realidad de la naturaleza humana en la tierra. La solidaridad es una palabra de unión. Es la señal inequívoca de que todos los hombres, de cualquier condición, nos demos cuenta de que no estamos solos. Nosotros, como seres sociales por naturaleza, no podemos prescindir de nuestros iguales. No podemos alejarnos de las personas e intentar desarrollar nuestras capacidades de manera independiente.
Ser verdaderamente solidarios, es impulsar los verdaderos vientos de cambio que favorezcan el desarrollo de los individuos y las naciones. Es fundar principalmente la igualdad radical que une a todos los hombres. Esta igualdad es una derivación directa e innegable de la verdadera dignidad del ser humano, que pertenece a la realidad intrínseca de la persona, sin importar su raza, edad, sexo, credo, nacionalidad, o filiación política.
Hay que pensar, y ponernos en el lugar del otro, primero en la familia, luego en la comunidad; más tarde en la sociedad, o más allá de nuestras fronteras. Aunque parezca un trabalenguas, tenemos que ver que el desarrollo de todos, es también mi desarrollo; y que el bien de todos, es también mío. Esa actitud, nos pone en disposición permanente de colaborar con el bien común. Es la misma que une, hermana y desarrolla a los hombres. Eso, no es algo extraño a nosotros, ni es un ideal inalcanzable. En nuestra sociedad socialista, de hecho, es un principio irrenunciable. Ser solidarios es parte de nosotros, está en la naturaleza misma del ser humano y se relaciona directamente con este sistema social.
Siempre necesitamos del apoyo de alguien para levantarnos.
Es imposible afirmar que uno es autosuficiente, que no necesita de otros, que no le debemos nada a nadie. No escuchar el llamado a ser solidarios, es una acción que desvirtúa al ser humano para convertirlo en un ser solitario, egoísta; fuera de la realidad; lejano de los otros hombres, duro de corazón: profuso para exigir, pobre para ofrecer. Es imposible observar con los brazos cruzados las necesidades de los que nos rodean. Hacerlo, es un síntoma de un profundo egoísmo, una irreparable ceguera humana, y una asombrosa ingratitud. Resulta cuestionable, querer olvidar la importancia de dar, que es igual a vivir dándonos.
Es una realidad que, la falta de solidaridad se revierte en contra nuestra, y nos afecta tan directamente. ¿Quién no ha necesitado en algún momento, una mano que ayuda, un hombro donde recostarnos, una palabra de consuelo y esperanza? Sabemos que todos. Sin duda alguna, ser solidarios con los demás, es ser solidarios con nosotros mismos, pero de una manera legítima, verdadera. No por gusto reza un refrán que es mejor dar que recibir. Solo los que lo hacemos, podemos valorar genuinamente, cuánto placer encontramos dando.
Considero, que ayudar y preocuparnos no solo por nosotros, sino por los que nos rodean…!nos engrandece! Y eso, se logra con cosas tan pequeñas, como un buenos días, como prestarle apoyo al vecino, tratar bien a nuestros compañeros de trabajo, ceder el asiento a la anciana, o a la embarazada, levantar al niño que se cae, en fin, aliviarles la vida a los que nos rodean. Se trata de elevarnos, con el crecimiento oportuno de la solidaridad, a él, o a los demás. Eso…no hace gigantes. Apostemos siempre por la utilidad de la virtud, y a no perder la mira en el mejoramiento humano.
La belleza del alma, es esencia viva