La mujer cubana en la Revolución: logros y desafíos
Por Luis Calderón Canals
La mujer cubana ocupa un lugar destacado dentro de la sociedad, un lugar ganado sobre la base de su responsabilidad, su constancia y dedicación que es fruto indiscutible de la obra de la Revolución en el campo de la educación y la igualdad.
Mucho cambió la vida de los cubanos y de la mujer en particular desde entonces, y cuando de esto se habla es preciso destacar el papel desempeñado en el sentido por la Federación de Mujeres Cubanas (FMC); que bajo la orientación de su líder, la compañera Vilma Espín, supo cumplir en cada momento las tareas necesarias no solo para cambiar la forma de pensar y actuar de las mujeres sino también de la sociedad en su conjunto con respecto al papel que a esta le corresponde jugar en la vida económica, política y social del país, lo que ha sido consagrado no es solo la Constitución de la República sino también en el recién aprobado Código de las Familias.
¿Quién podría imaginarse incluso en los años iniciales de la Revolución, que un día las mujeres serían más del 50% de la fuerza laboral del país, que representarían más del 60% de la fuerza técnica y profesional, que asumirían cargos de dirección a todos los niveles y que quedarían detrás los tiempos en que la prostitución era una forma obligatoria de ganarse la vida para las mujeres campesinas y las pobres de cualquier rincón?
Esta es una realidad que día a día da gusto vivir y por eso valoramos significativamente el papel jugado por la organización femenina durante todos estos años, pero se impone además llamar la atención acerca de lo que falta por hacer para que el éxito sea cada vez mayor.
Si bien es cierto que es masiva la incorporación de la mujer de trabajo, también lo es que subsisten dificultades que de una manera u otra entorpecen su permanencia en algunos casos, como son los referidos a la problemática de las limitaciones de matrícula en los círculos infantiles, lo que exige potenciar el papel del programa Educa a tu hijo y la creación de casitas infantiles; y a esto se suma la toma de conciencia en relación con la sobrecarga laboral de la mujer en el hogar cuando la familia en su conjunto no participa en el quehacer hogareño como vía para favorecer el disfrute de un tiempo libre necesario.
Hay que seguir trabajando además para lograr niveles superiores de incorporación de la mujer rural a las labores agrícolas, teniendo el peso que este sector significa desde el punto de vista de la solución de las necesidades de la población y lo que ello implica para la economía del país. No es posible conformarse con que se hayan incorporado a las cooperativas de créditos y servicios las cifra previstas para dar cumplimiento al acuerdo del Congreso campesino, de lo que se trata es de ampliar ese número tanto como sea posible y que eso contribuya al accionar conjunto de la familia campesina en función de los objetivos sociales.
Otro elemento que bien merece atención es el relacionado con el reconocimiento social de los aportes que realiza la mujer en todas las esferas y que debiera conducir a que sean cada vez más las féminas promovidas a cargo de dirección a los distintos niveles, elemento en el cual se avanza, pero que puede aportar mucho más en el orden práctico en las diferentes esferas de actividad del municipio con todo lo que ello implica.
En el seno de la familia se necesita también consolidar avances y eliminar rezagos, que aunque minoritarios todavía subsisten, me refiero por ejemplo al uso de la violencia de palabra o de obra, a la desatención a los hijos por parte de padres divorciados, a las actitudes machistas que en algunos casos limitan la incorporación al trabajo o al estudio, estimular empoderamiento a través de trabajo por cuenta propia y otras actuaciones negativas por el estilo que resurgen cuando no se atacan con el vigor que reclama.
Por ese motivo, la organiación debe fortalecer su trabajo en el orden preventivo, como elemento esencial para garantizar el bienestar de la mujer y de la familia en su conjunto; no solo desde el punto de vista legal sino también en la esfera de la salud, contribuyendo a la disminución de hábitos negativos como el alcoholismo y el tabaquismo, y de manifestaciones como el embarazo en la adolescencia, el acoso al turismo, así como propiciar la capacitación en torno a cuestiones como el cáncer cérvicouterino, de mamas y de pulmones y minimizar las infecciones de transmisión sexual.
No podía ser de otra manera en un país donde las personas, sean hombres o mujeres o niños, constituyen el centro de la actividad del gobierno, donde la igualdad no se proclama sino que se disfruta, un país con igualdad de oportunidades y posibilidades donde todas las puertas están abiertas.
La lucha por la emancipación plena de la mujer y su crecimiento social no cesa, lejos de eso se profundiza y perfecciona. La confianza está presente, la seguridad es tarea de todos los días, por eso cuando de adelanto de la mujer se trata hay que estar satisfechos y al mismo tiempo optimistas, porque los caminos al futuro se abrieron por la Revolución hace años y gracias a la Federación de Mujeres Cubanas y a Vilma, los horizontes se han ensanchado, las aspiraciones se han convertido en realidades y los sueños en hechos irreversibles.