Así como el Presidente cubano –como parte de los candidatos a diputados por Santa Clara– retomó los recorridos de intercambio con los electores, cada municipio del país fue testigo de diálogos similares entre los nominados y el pueblo
Tan cerca ya del día definitivo para las elecciones nacionales en Cuba, hay en el «todos» que tanto se maneja, mucho sentido de lo colectivo, de lo unido, de cuanto sea inclusivo, sumatorio y participativo; y digamos que nada de la gestión del voto por el yo, de la parcela, del egoísmo, del camino a las prebendas.
Como se trata de lo primero, y no de lo segundo, es que todos los nombres que ahora son candidatos a diputados –públicos rostros en vidrieras, bodegas, centros de servicios, televisión, periódicos, edificios…– siguen dedicando días a caminar entre la gente, a conversar con la gente, más que para hablar, para escuchar.
Que el pueblo haga gobierno es que el pueblo sea parte del gobierno, y aun cuando propuso, para la silla del diputado, al delegado que escogió en el barrio –zapatero o médico, campesina o maestra–, no basta que esté allí para sentarse. Tiene que estar para hacerse sentir.
Y para hacerse sentir, mañana, tiene que saber qué siente el pueblo hoy, qué padece, qué le preocupa y de cuánto se ocupa, porque no se es diputado para pedir, sino para razonar con las razones de la inteligencia colectiva, que siempre sabe en qué lado abrir la puerta que le cierran del otro.
Caminar para oír a la gente en tiempos de carencias profundas, de una guerra económica implacable que se expresa en altos precios, apagones y desabastecimientos, necesita temple y transparencia, no valentía; porque no se va allí a soportar la queja con estoicismo, sino a identificar lo que está mal, lo corregible, para apropiarse del problema, y trocarlo en una solución que sirva a todos.
Para eso han caminado entre la gente, todos, por tantos días; para oír a todos, los problemas de todos, incluidos los que caminan; desde el Presidente, responsable de un país, hasta el candidato cabeza de familia y delegado de un barrio en plena sierra.
Los dos –que es decir los 470 candidatos– tendrán en la condición de diputado la misma alta importancia, y si todos están, habrá en el Parlamento la voz y la inteligencia de la más amplia representatividad cubana.
Que en las urnas votemos por ellos, por todos ellos, será expresión política de unidad, sí, en tiempos claves en que quieren dividirnos; pero también será el modo de que ninguno de los problemas quede fuera del escrutinio de todas las inteligencias.