
El maestro: escribir sobre él compromete al decir. No hay base mayor que su verbo claro y apacible. Su grandeza está en cada hombre o mujer que hoy crece y forma su personalidad a través del influjo educativo y formativo en el interactuar cotidiano.
Cada gesto, palabra, es ejemplo ante sus discípulos y la obra educadora y formadora le exige convertirse en el modelo que todos deseamos ser.
Formador de generaciones el Maestro o Profesor encona su sabiduría por el bien común. Su sapiencia como certera guía es camino seguro hacia el porvenir.
Nada le es ajeno porque la familia, la escuela, la comunidad son entes entrelazados que al unísono circundan la vida social de cada individuo. ¡Cuántos profesionales tienen excelsas historias que contar! Desde alfabetizadores, maestros populares, makarencos, los que pertenecieron a contingentes y otros a programas sociales educativos como Los Valientes .
No cabe dudas que la obra de enseñar impone su gallardía para enhebrar la ruta de la vida en busca de la realización personal.
Muchos aún quedan en la memoria, los menos continúan en otras áreas pero nunca la labor del magisterio es olvidada porque en cada actividad común la perseverancia, la exigencia, la minuciosidad del maestro sale a relucir.
No hay reparo en su garbo, con él aprendemos a conocer y entender los fenómenos del mundo, a fortalecer sentimientos y a crear espacios de realización personal.
El maestro o profesor convierte el paso del día a día en historias importantes, oportunas, llenas de aprendizaje y amor. Jóvenes o maduros, en cada lección siempre hay algo que aprender.
La paciencia, el regaño oportuno, la sonrisa cuando todos saben por él lo hacen inmensamente feliz. Al maestro, al profesor abnegado y trabajador, ¡Muchas felicidades!
Raisa Díaz Miranda





