Girasoles para Cachita, miel para Ochún

La fiesta de la Virgen de la Caridad del Cobre (Cachita) y la celebración de Oshún se celebran en Cuba el 8 de septiembre bajo un mismo festejo, con motivo de la transculturación y sincretismo religioso entre la religión católica y la yoruba que sucedió en la población cubana

Por Tairis Montano Ajete

El 8 de septiembre en Sandino no empieza con campanas ni sermones. Empieza con el olor a café colado, con el murmullo de las abuelas que limpian altares improvisados, con los girasoles que se marchitan en manos que no tienen mucho, pero que ofrecen todo.

Aurora, que ya no cose pero aún tiene hilo en la voz, dice que Cachita no es santa, es familia. Le habla como se le habla a una hermana que no juzga. En su altar hay una vela torcida, una foto de su esposo muerto, y un girasol robado del campo. “Ella entiende”, -dice. “Aunque uno no sepa rezar, ella entiende.”

En Sandino la Virgen no vive en vitrales ni en catedrales. Vive en las casas de techo de zinc, en los balcones, en los collares de cuentas amarillas, en las promesas que se hacen sin testigos. Vive también en los cuerpos que bailan, porque aquí Cachita es también Ochún: diosa del río, del amor, de la miel. Las mujeres se visten de amarillo, se ponen pulseras, se perfuman con agua de colonia barata. No es religión, es rito. No es misa, es memoria.

Ramón, campesino, no va a misa. Pero antes de entrar al campo, se santigua con tierra. Tiene una estampita de la Virgen pegada con cinta en la casita de curar tabaco. “Ella cuida a los que trabajan con las manos”, dice. “Eso lo decía mi abuelo, y yo lo creo.”

Yuliet, la de edificio del frente en la Zona P, lleva a los niños a poner flores en una esquina de la iglesia. No hay jugutes nuevos, pero hay crayolas. Los niños dibujan a la Virgen con alas, con trenzas, con estrellas. “No es religión, es respeto”, dice. “Es como decir gracias aunque no sepamos a quién.”

Eloísa, que ya no recuerda bien los nombres pero sí los dolores, tiene la foto de su esposo junto a la Virgen. “Ella es más vieja que el Partido”, comenta. Y no lo dice con rabia, lo dice con certeza. Porque Cachita ha sobrevivido gobiernos, apagones, ciclones. Está en las casas, en los silencios, en los altares escondidos.

El 8 de septiembre no es solo una fecha. Es un espejo donde Cuba se mira y se reconoce: mestiza, creyente, luchadora, sentimental. En Sandino, la Virgen no es solo una figura. Es la madre que no abandona, la que escucha sin juzgar, la que está en cada esquina del alma cubana.

Y cuando cae la tarde y el sol se esconde detrás de los árboles, los girasoles siguen ahí. Marchitos, sí; pero ofrecidos. Porque aquí la fe no necesita estar viva para seguir dando luz.

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