
Erika Blanco González ingresa al Servicio Militar Voluntario Femenino como un paso decisivo en su camino para convertirse en periodista
Por Tairis Montano Ajete
Todavía está en casa, pero ya camina con paso firme. Erika Blanco González no se marcha: se transforma. Ha decidido ingresar al Servicio Militar Voluntario Femenino (SMVF), y lo hace no como una pausa, sino como un paso más —quizás el más desafiante hasta ahora— en su ruta hacia un sueño que late con fuerza: ser periodista.
«Siempre he querido estudiar Comunicación Social» -dice con esa voz que aún conserva acento de barrio, pero también brilla con la certeza de quien se está encontrando a sí misma- «Quiero contar historias reales, defender lo justo, dar voz a quienes no siempre son escuchados.»
Hija de militar, creció entre marchas, ceremonias y respeto. Pero su aspiración no es solo portar el uniforme —es habitarlo con esencia, con criterio, con humanidad. Erika sabe que defender no siempre implica fuerza: a veces, es saber decir. A veces, es escribir sin miedo.
El Servicio Militar para mujeres en Cuba no es una rareza, pero sigue siendo una elección valiente. Son meses de formación en los que se exige disciplina, esfuerzo, temple. A cambio, se abren oportunidades: becas, herramientas, crecimiento. Pero lo que mueve a Erika va más allá de los beneficios. Ella lo nombra con otra palabra: convicción.
«No lo veo como un paréntesis, sino como un capítulo que me fortalece», -afirma. «Voy a aprender mucho, no solo de lo técnico, sino de mí misma. Y eso también me prepara para ser mejor comunicadora.»
Cuando vuelva —porque volverá—, tomará lápiz, cámara, micrófono. Y quizás escriba su propia historia. No para hablar de sí, sino para mostrar lo que una joven puede construir cuando se despide con la voz en alto, sin renunciar a su ternura ni a su verdad.