
Por Raisa Díaz Miranda
El 13 de marzo de 1957 llegó con la efervescencia revolucionaria a flor de piel. Ese día la estirpe revolucionaria sembró esperanzas por doquier y el alma ultrajada de Cuba levantaba su estandarte para luchar por la justicia y la razón.
¿Hasta cuándo sería la ignominia? Una fuerza arrolladora de ansias de libertad amenazaba con derrotar todo resquicio de indecisión, pues la situación así lo ameritaba.
El ataque al Palacio Presidencial y la toma de la emisora Radio Reloj serían los objetivos a cumplir. EI propósito de los asaltantes era desconcertar al régimen con el ajusticiamiento de Batista, entregar las armas de la guarnición al pueblo convocado y tomar otros puntos de la ciudad como el Cuartel Maestre de la Policía. Las ideas fueron manifiestas y la valentía anteponía sus pilares para cumplir la meta.
Lamentablemente en la acción caen José Antonio Echevarría y otros revolucionarios. Los jóvenes atacantes dieron pelea, la lucha ayudaría a la toma del poder para el verdadero triunfo revolucionario.
A pesar de los acontecimientos, la línea a seguir sería la Revolución. Harían honor a los ideales de José Antonio y seguirían a Fidel. La unidad mantendría su importancia, pues era determinante para alcanzar la libertad.
El 13 de marzo sería recordado como una de las acciones más heroicas y valerosas de la lucha revolucionaria. Cada año los cubanos inmortalizan a los compañeros caídos en tan significativa fecha y el compromiso a salvaguardar las conquistas alcanzadas se hace más latente.
Quiso la casualidad que las fuerzas insurrectas tuvieran que retirarse, pero las acciones del Directorio Revolucionario el 13 de marzo permitieron aunar voluntades, fortalecer objetivos, demostrar el valor innegable de la juventud cubana que, sin miramiento alguno, desde tiempos inmemoriales es ejemplo de valentía, dignidad y compromiso.