Las Catalinas, donde la Revolución aprendió a gatear

Basada en el documental televisivo “Raíz de Cedro”, de Tairis Montano Ajete

A la memoria del historiador Ricardo González

Las Catalinas no tiene monumentos. No hay placas doradas ni bustos en mármol. Pero allí, en ese rincón de Guane que hoy pertenece a Sandino, nació Lina Ruz González. Y con ella, sin que nadie lo supiera, nació también el germen de una Revolución.

La casa era de madera, con techo de guano y piso de tierra.

Dicen que Lina era callada, que aprendió a leer tarde, pero que sabía escuchar como pocas. Su madre, Dominga González, la crió entre tabaco y rezos. Su padre, Francisco Ruz, le enseñó que la tierra se respeta, aunque no se posea.

En 1910, el ciclón arrasó con Las Catalinas. Los techos volaron, los surcos se inundaron, y la familia Ruz partió hacia Birán. Lina tenía apenas siete años. 

No lloró. 
Se llevó el silencio de Las Catalinas en la maleta, y lo sembró en Oriente. Allí conoció a Ángel Castro. Allí nacieron sus hijos: Ramón, Fidel, Raúl… 

Pero lo que pocos saben es que la primera cuna de Fidel no fue Birán, fue Las Catalinas. La tierra que lo vio gatear no fue la Sierra, fue Sandino.

Lina no fue revolucionaria en el sentido clásico. No empuñó armas, no dio discursos. Pero cuando sus hijos se volvieron historia, ella sostuvo el hogar. 

Cuando la Reforma Agraria le quitó sus tierras, no protestó. Murió el mismo día en que esas tierras pasaron al Estado. 
¿Casualidad? 
¿Símbolo? 
¿Destino? 
Tal vez todo eso.

Hoy, Las Catalinas sigue siendo un punto olvidado en los mapas. Pero si uno camina por sus caminos al amanecer, puede oír el eco de una historia que empezó sin ruido. Puede entender que hay lugares que no necesitan estatuas, porque ya son raíz. Y hay raíces que no se ven, pero sostienen el país entero.

 

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