José Martí, la llama eterna de la Patria

El 30 de junio de 1951, los restos mortales de José Martí fueron inhumados por última vez. Hoy descansan en el mausoleo del cementerio Santa Ifigenia, en Santiago de Cuba, junto a otros próceres cubanos

Por Raisa Díaz Miranda

José Martí fue el alma del pueblo de Cuba en el desarrollo de su lucha libertaria. La esencia de su pensamiento cautivó a quien lo escuchaba. Su ilustre verbo sonaba como arpegio en el silencio taciturno, que desaparecía en cuanto su voz amenizaba la jornada.

La aciaga noticia de su muerte causó estragos por doquier. Pero su legado permanece vivo como digno homenaje al insigne patriota. El influjo libertario de quien sería leal hasta caer en Dos Ríos reforzó el patriotismo de sus compañeros de lucha. Diversos tributos rindieron al Maestro.

En agosto de 1896, un rústico monumento fue erigido en el lugar donde cayó, que simbolizaba el respeto y la admiración de tantos patriotas que asumían sus ideas en el fervor de la contienda. Las piedras simbolizaron las lágrimas y las patrióticas protestas de los cubanos congregados por el compañero y amigo del Apóstol. Una cruz de madera, de cara al sol —como él quería morir—, representó su muerte física, que no sería jamás olvidada.

Ahondar en la historia hace de cada quien un mejor ser humano. José Martí contribuyó a ello. El legado emancipador del autor de La Edad de Oro guió la lucha. Su caída en combate, el 19 de mayo de 1895, sería una pérdida irreparable.

Entrelazo sucesos y concluyo aceptando que lPatria vivió sumida en la ignominia hace más de 50 años. Una nueva generación retomó las ideas martianas. Llegó Fidel Castro para ponerlas en práctica. La continuidad aseguró el triunfo al cumplirse cien años de la muerte de Martí.

El 30 de junio de 1951, los restos mortales de José Martí fueron inhumados por última vez. Hoy descansan en el mausoleo del cementerio Santa Ifigenia, en Santiago de Cuba, junto a otros héroes y mártires de la Patria. Los representa una llama eterna que, al decir de Raúl Castro, «fue prendida por la convicción de que su fuego sería tan eterno como la Revolución cubana».

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