
Por Tairis Montano Ajete
Cada martes en el Policlínico Ernesto Guevara de la Serna, la sala de consulta parece transformarse en un espacio donde la medicina no solo se ejerce, sino que se siente. La puerta se abre, un paciente entra y allí está él: Fidel Castro Pérez, con su mirada firme y su sonrisa tranquila, capaz de devolver la calma con solo un gesto.
No es solo un especialista en Otorrinolaringología y Genética Clínica, Doctor en Ciencias, Máster en Ciencias, Profesor Titular e Investigador. Es el hombre que ha dedicado más de tres décadas a escuchar, a entender, a curar con ciencia, pero también con humanidad.
No todos los médicos logran eso. No todos saben que el alivio empieza mucho antes de la receta, en la confianza, en el trato, en el momento en que el paciente siente que no está solo.
Hoy, su entrega es reconocida con la Orden Lázaro Peña de Primer Grado, otorgada por la CTC, un homenaje merecido a su labor incansable. Pero el mayor reconocimiento no es un diploma en la pared ni un título que sumar a su impresionante trayectoria. El mayor premio es la gratitud en la mirada de cada persona que ha sentido su vocación de cerca.
Sandino lo acoge como hijo, aunque nació en San Juan y Martínez. Porque no es el lugar donde se nace lo que define a alguien, sino el impacto que deja en quienes lo rodean. Y Fidel ha dejado huella en los pasillos del Hospital General Docente Augusto César Sandino, en el policlínico Ernesto Guevara de la Serna, en cada paciente que lo espera con certeza, en cada colega que reconoce su legado.
Portador del Escudo Pinareño y reconocido entre las siete personalidades más importantes del país en su especialidad, Fidel Castro Pérez ha marcado un antes y un después en la medicina cubana.
Su conocimiento es admirable, pero es su manera de ejercerlo lo que lo hace único. Con palabras cercanas, con gestos que tranquilizan, con esa energía que dice sin necesidad de hablar: «Estoy aquí para ayudarte.»
Ahora, propuesto a Héroe del Trabajo, la mayor distinción para quienes han convertido la entrega en un propósito de vida, su legado se reafirma. Pero lo más importante es que más allá de los títulos, su verdadero honor está en la gente. En ese paciente que, al salir de su consulta, respira tranquilo y piensa: «El doctor Fidel me atendió, el doctor Fidel me ayudó.»
Felicidades, Doctor Fidel Castro Pérez. La medicina es ciencia, es vocación, pero sobre todo, es humanidad, y usted ha sabido honrar cada una de ellas.
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