
Por Tairis Montano Ajete
En Sandino, donde cada ladrillo guarda la respiración de los hombres, aparece el nombre de Jorge Luis Chirino Carballo, más conocido por Papá. No como un eco pasajero, sino como una marca que se levanta en las paredes y en los techos, en los caminos que se abren contra el viento del occidente cubano.
Hace casi veinte años, Papá levantó con sus manos y su empeño el telecentro Sandino Visión, obra que hoy se sostiene como símbolo de comunicación y memoria colectiva. Allí dejó su huella en el enchapado de mesetas y baños, demostrando que la excelencia no está solo en la estructura, sino en los detalles que dignifican cada espacio.
Dicen que el constructor no trabaja con las manos, sino con la paciencia del tiempo. Y Papá lo sabe: cada obra que dirige es un diálogo entre la piedra y la esperanza. Sus jornadas no se cuentan en horas, sino en columnas que sostienen escuelas, en vigas que protegen familias, en techos que resguardan la memoria de un pueblo.
El Día del Constructor no es solo una fecha en el calendario: es la oportunidad de mirar hacia esos hombres que, como él, convierten la materia en símbolo. Papá ha levantado más que casas, ha levantado confianza, ha hecho de la construcción un acto de fe, donde cada pared es también un poema y cada obra, un testimonio.
Por eso hoy, cuando se celebra el Día del Constructor, el nombre de Jorge Luis Chirino Carballo —Papá— se pronuncia con respeto. Porque detrás de cada obra suya hay un relato de comunidad, un gesto de entrega, una certeza de que construir es también soñar despierto.
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