La diversidad no se debate, se respeta

Por Tairis Montano Ajete

La diversidad no debería ser motivo de discusión ni objeto de tolerancia. No es algo que se concede, no es un favor que se otorga. Es una realidad que existe, que ha estado presente en cada historia, en cada familia, en cada vida.

En Cuba, el Código de las Familias ha marcado un antes y un después, rompiendo barreras que antes parecían inquebrantables. Se ha reconocido el matrimonio igualitario, la adopción homoparental, el derecho de cada persona a formar su familia según su elección. Pero más que leyes, ha sido la lucha de quienes durante años han exigido respeto sin pedir permiso.

Ismaray, Tita, Rafael, Andy, Norges, Greter y tantos otros han vivido en carne propia la batalla por el reconocimiento. Han sentido el peso de las miradas inquisitivas, han enfrentado el silencio incómodo, han resistido el intento de negación. Pero también han sido testigos de la transformación, del avance, de la victoria que representa cada paso hacia una sociedad más justa.

Pero la verdadera batalla no está solo en los textos legales. Está en las mentalidades, en la educación, en la manera en que cada persona elige mirar al otro. Porque el derecho a existir no debería depender de leyes, de votos, de aprobaciones. Debería ser una verdad incuestionable, como el aire que se respira, como el sol que ilumina cada amanecer.

En Sandino, en Cuba, la resistencia sigue viva. La lucha no ha terminado, porque aún hay espacios por conquistar, prejuicios por desmontar, historias por contar. Pero cada voz que se alza, cada vida que se atreve a ser sin miedo, es un paso más hacia el futuro que muchos creyeron imposible.

La diversidad no pide permiso. Solo exige respeto.

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