Día del Vecino, el derecho a vivir al lado

Por Tairis Montano Ajete
Código Civil cubano, Artículo 4: «Los derechos que este Código reconoce han de ejercerse de acuerdo con su contenido social y finalidad, y no es lícito su ejercicio cuando el fin perseguido sea causar daño a otro.»
Susana vive en un edificio de cuatro plantas donde las filtraciones no distinguen entre ideologías ni edades. El agua baja por las paredes como si el concreto llorara. El vecino de arriba dice que no puede arreglarlo. El de al lado dice que no le toca. Y así, la humedad se convierte en vecina también.
Hoy es el Día del Vecino. Pero en Cuba, eso no se celebra. Se sobrevive. Se sobrevive al ruido que atraviesa paredes, a los pasillos convertidos en basureros, a los gritos que nadie corrige, a los perros sueltos, a los niños que lanzan piedras, a los adultos que no se hacen cargo. Se sobrevive a la convivencia como quien sobrevive a una guerra sin balas.
Las indisciplinas sociales, según el informe presentado por el vicepresidente Salvador Valdés Mesa, no han disminuido. Se habla de falta de gestión, de ausencia de análisis integrales, de inspectores sin preparación, de comunidades sin control. Pero lo que falta, sobre todo, es voluntad de comunidad.
El Código Civil habla de buena fe. Pero, ¿qué buena fe hay en dejar que el agua corra por las escaleras como si fuera río? ¿En convertir el balcón en un vertedero? ¿En gritar como si el mundo fuera propio y los demás no existieran?
Y sin embargo, hay gestos.
Una señora que barre sin que nadie se lo pida.
Un joven que ayuda a cargar agua.
Un vecino que presta una escalera.
Pequeñas cosas.
Cosas que no salen en el noticiero.
Cosas que sostienen lo que queda de comunidad.
Hoy, Día del Vecino, no basta con saludar.
Hay que mirar.
Hay que decir.
Hay que enjuiciar.
Porque vivir al lado no es lo mismo que vivir juntos.
Y eso, en Cuba, se nota en cada gotera, en cada grito, en cada silencio.