
Por Tairis Montano Ajete
A Sonia Rodríguez Reyes no se le nota la furia. La lleva bien guardada, como quien aprendió a domarla a fuerza de años, de bisturíes, de diagnósticos que no pedía. Camina con la dignidad de quien ha hecho las paces con su cuerpo, pero no con la injusticia. Porque la necrosis en el fémur no fue solo una enfermedad: fue una frontera. Un antes y un después. Un mapa nuevo que tuvo que aprender a leer sin brújula, sin guía, sin querer.
Cuando la operaron, no se veía discapacitada. Se veía enferma. Como si la palabra «discapacidad» fuera una condena, una etiqueta que no quería coserse al pecho. No se veía dentro de la Asociación Cubana de Limitados Físico-Motores (ACLIFIM). No se veía en ninguna parte. Pero la vida, esa maestra cruel y sabia, le enseñó que la discapacidad no es un muro: es una puerta. Y que al otro lado hay gente, hay lucha, hay sentido.
Terminó su carrera de Ingeniería Informática en la Universidad de Pinar del Río con la terquedad de quien no acepta que le digan “no puedes”. Se casó. Tuvo dos niñas. Y diez años después de la operación, cuando ya el dolor era parte del paisaje, se incorporó a la ACLIFIM. No como víctima, como combatiente.
Hoy Sonia es presidenta de la asociación en su territorio. Y no habla de limitaciones. Habla de capacidades diferentes, de utilidad, de ingenio, de cómo cuando uno hace algo distinto se vuelve necesario, se vuelve luz.
Porque la discapacidad, dice, es una forma ingeniosa de vivir. Es una lucha de valientes ante las adversidades. Es mirar el mundo desde otro ángulo y decidir que ese ángulo también vale, también construye, también sueña.
Sonia no quiere que la miren con lástima. Quiere que la escuchen, que la entiendan, que la respeten. Porque su historia no es una historia de derrota; es una historia de transformación, de cómo una mujer se convirtió en arquitecta de su destino, con un cuerpo que dolía y una mente que ardía.
Y si la vida es una batalla, Sonia es de las que no se rinde, de las que no se calla, de las que con cada paso, aunque duela, deja huella.
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