La historia registra la maravillosa sentencia de que José Antonio Echeverría, desde niño tenía “un corazón de oro cargado de dinamita”.
En un ambiente de luces, ética y alegría, con apacible comodidad y amplitud nació el primogénito de la familia Echeverría Bianchi.
El padecimiento de asma no le impidió nunca practicar deportes como cualquier niño y tuvo sensibilidad para las artes.
Inquieto, travieso, sin desbordes de rebeldía, sin tolerar injusticias y gran cultivador de amigos, así era José Antonio Echeverría, ese que un día como hoy, aún muy joven, pasó a la historia.
Fue capaz de reafirmar con Fidel la unidad de acción entre el Movimiento Revolucionario 26 de Julio y la Federación Estudiantil Universitaria, denunció públicamente los abusos y crímenes del régimen de Fulgencio Batista durante un juego de Béisbol entre los equipos Habana y Almendares, en el Estadio del Cerro. Vivió y murió convencido de que con manifestaciones pacíficas, no sería jamás derrotado el impopular Gobierno de Batista.
José Antonio Echeverría pudo haber sido uno de los corajudos jóvenes que pelearon y bajaron de la Sierra Maestra junto a Fidel, más la Historia le reservó otro alto sitial del valor, cuando había cumplido apenas 24 años de edad.
Transcurría la tarde del 13 de marzo de 1957, al frente de los valerosos estudiantes de la FEU, Manzanita como cariñosamente le llamaban, dirigió la toma de Radio Reloj y el asalto al Palacio Presidencial para ajusticiar al tirano, “en su propia madriguera…” Allí cayó combatiendo con un revólver frente a una ametralladora policial en las cercanías de su querida Universidad capitalina.
La historia registra la maravillosa sentencia de que José Antonio Echeverría, desde niño tenía “un corazón de oro cargado de dinamita”.
Este año, al cumplirse el aniversario 62 de la valiente gesta, los sueños de aquel y de aquellos jóvenes martianos que dieron su vida por Cuba, son realidades que se celebran en suelo libre.
