ComentarioCOVID-19

¿Vacuna? Solo la responsabilidad

La baja percepción de riesgo de un grupo de personas ante la COVID-19 han vuelto a encender las alarmas ante un crecimiento acelerado de casos.

El 11 de marzo, en horas de la noche, Cuba entera conoció de los tres primeros casos de la COVID-19 confirmados en el territorio nacional. Lo que parecía lejano, de otro continente, de vidas ajenas al Caribe, de pronto se hizo realidad.

Las aterradoras imágenes que circulaban en el planeta con un halo de película hollywoodense, de inmediato cobraron sentido, y la pregunta entonces fue si Cuba saldría ilesa.

Quizá un mes antes, el Buró Político del Partido Comunista y el Consejo de Ministros habían aprobado un Plan para enfrentar la pandemia, cada vez más dura y cercana.

Ese aprendizaje revolucionario de «poner la teja antes de que caiga la gotera», o martianamente hablando, de «en prever está todo el arte de salvar», propició que a cinco meses de aquella primera mala noticia, la Mayor de las Antillas no tenga, ni de cerca, los números que ahora mismo agobian al mundo.

Con 3 046 casos ha sorteado exitosamente una pandemia que suma más de 19 millones de enfermos en 185 países. La Isla, no obstante, ha tenido que lamentar la muerte de 88 personas, otra cifra que en el orbe es muy alarmante: 726 953.

Sin embargo, los últimos 15 días han vuelto a encender las alarmas ante un crecimiento acelerado de casos, sobre todo en las provincias de La Habana y Artemisa. Los números, que son indiscutibles, muestran la clara tendencia al aumento: en apenas nueve días del mes de agosto se superó el total de confirmados en el mes de julio, 413 contra 285. En estas primeras jornadas también se alcanzó el valor más alto para un día: 93 contra los 74 contabilizados el pasado 1ro. de mayo.

¿Qué pasó entonces? ¿En qué punto se descontrolaron los indicadores? ¿Qué se dejó de hacer? ¿Por qué en determinados lugares se detuvo el contagio y en otros no, si los planes de enfrentamiento son los mismos para Cuba toda?

Solo en la baja percepción de riesgo y en las conductas irresponsables de un grupo de personas ante esta peligrosa enfermedad, están las respuestas a esas preguntas.

Una fiesta religiosa en Bauta; un bar en Baracoa, otro en Playa; una piscina en Guanabo; una persona con síntomas que asistió a su centro de trabajo, otra que burló la cuarentena impuesta en el barrio y otra que se fue, sin el más mínimo rubor, del centro de aislamiento. Son solo ejemplos de lamentables conductas que han vuelto a poner al país en tensión y han pasado por encima del esfuerzo descomunal de millones de cubanos, entre ellos nuestros héroes de todos los días, esos que en la llamada zona roja arrebatan sin descanso a la muerte, vidas.

En entrevista con el doctor Francisco Durán García, director nacional de Epidemiología y uno de los rostros más seguidos cada mañana, consideró que este fenómeno –el del rebrote por conductas irresponsables– no es exclusivo de Cuba; está pasando en el mundo entero, pero en nuestro caso, aclaró, hacemos cosas diferentes a lo que hace el mundo y esperamos también resultados diferentes.

Habló entonces de la pesquisa masiva, de la aplicación de pruebas diagnósticos pcr sin costo alguno, de la atención urgente, del aislamiento de los enfermos y sus contactos, de la aplicación de innovadores medicamentos, del ingreso de los pacientes hasta su total recuperación. Ante ese modo de trabajar, reiteró, solo queda esperar buenos resultados.

Sin embargo, cuando se violan cuestiones tan elementales y sencillas como el aislamiento, el uso del nasobuco o el lavado y desinfección de las manos, el riesgo se vuelve extremadamente alto. Tenemos ejemplos de contagios en Cuba, confirmó Durán, que han generado más de 60 casos, sobre todo, en lugares cerrados donde no se han tomado ninguna de esas medidas.

Lo que es más peligroso, agregó, es que esos infectados son capaces de llevar el virus a diferentes lugares y volver a contaminar a un número importante de gente. Se les llama «supercontagiadores», personas enfermas que, en ambientes propicios como los locales cerrados y climatizados, pueden generar una alta transmisión.

Hoy estamos en un mal momento, resumió con pesar el doctor Durán, a partir del aumento de casos y la dispersión de la transmisión en La Habana y Artemisa. Después que habíamos logrado un control de la enfermedad, de momento ha habido un número elevado de enfermos, relacionados con violaciones de lo que está establecido y conductas irresponsables.

Esa irresponsabilidad ha estado asociada a la baja percepción de riesgo, consideró el epidemiólogo, pero en ella ha influido también el hecho de que en Cuba un número importante de personas se recuperan de la enfermedad (hasta hoy el 83,1 %), algunas con muy pocos síntomas y otras sin ninguno.

Entonces viene el concepto de que la covid-19 es un catarro común, y ese no es el comportamiento de la enfermedad. Estados Unidos y Brasil, por ejemplo, han reportado más de mil muertos diariamente de todas las edades. A ese peligro se suman las secuelas que puede provocar el virus, entre ellas fibrosis pulmonar y complicaciones neurológicas.

También están los jóvenes, que hoy aportan en Cuba el mayor número de casos, acotó Durán, que no le ven importancia, quizá por inmadurez, falta de información o el pensamiento egoísta de que se librarán fácilmente de la enfermedad, sin tomar en cuenta que pueden ser la vía de contagio de sus seres más queridos, familiares de edad avanzada y por tanto con mayores riesgos de padecer complicaciones.

Por el mal actuar de unos pocos, La Habana retornó a la fase de transmisión autóctona limitada, que implica el cierre de casi todas las actividades productivas y de servicios, el alargamiento en el tiempo de la epidemia y también de la recuperación económica del país, así como el posible atraso del reinicio del curso escolar, planificado para septiembre.

En medio de una crisis económica, generada por la pandemia y también por el asfixiante bloqueo de Estados Unidos, las actitudes imprudentes de trabajadores y directivos en lugares que deciden hoy el desarrollo de la nación, implican, además, un daño incalculable para la economía del país.

Los irresponsables, los que menos cooperan, dijo hace unos días el Presidente Díaz-Canel, tienen que saber que no es un juego lo que se pierde, aquí estamos tratando con las vidas humanas. «Pensar que se pueden cometer indisciplinas y negligencias de todo tipo, porque en Cuba se ha logrado ganar la pelea a la muerte a partir de todo el esfuerzo que han hecho nuestros científicos, médicos e instituciones, es un pensamiento irresponsable y totalmente egoísta».

Hemos logrado atenuar al mínimo las muertes a causa de la COVID-19 y el paso de pacientes a estados graves o críticos de la enfermedad, pero eso no le da derecho a nadie a actuar de manera irresponsable y pensar que el problema es de otro, insistió entonces el Jefe de Estado.

Cinco meses después de aquella vez que supimos que el SARS-COV-2 había entrado al territorio nacional, no queda más opción que seguir plantándole cara a ese desafío y «echar el extra», como también convocara el Presidente de la República, en una batalla que solo se gana a golpe de constancia, disciplina y responsabilidad. Hasta hoy no existe mejor vacuna.

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